El debate sobre la pertinencia de acusar constitucionalmente a tres jueces de la Corte Suprema por dejar en libertad condicional a militares condenados por violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura es más un intento por reescribir la historia que un debate sobre cuál criterio aplicar para asegurarse de que los derechos humanos de los violadores de derechos humanos no sean también violados. Pero como no se puede revivir el pasado y la transición chilena ya es un capítulo cerrado, el espectáculo solo logrará debilitar las instituciones democráticas hoy y generar conflictos innecesarios entre poderes del Estado.
No hay esfuerzo más inútil que querer revivir la historia para hacer las cosas de modo diferente. Y lo es especialmente cuando los que quieren hacerlo ni siquiera fueron los protagonistas de los hechos que quieren revivir y corregir. La ventaja que da poder analizar la historia después que se conoce el desenlace de los hechos y cuando no se vive con el riesgo de arruinar un precario equilibrio democrático hace que los juicios que hoy se hacen sobre la forma en que los gobiernos de la Concertación condujeron el proceso de normalización de la democracia sean injustamente severos. Los hechos indesmentibles sobre la forma en que se produjo la transición apuntan a un pacto tácito entre la saliente dictadura y el gobierno democrático entrante. La presencia del ex dictador Pinochet como comandante en jefe del Ejército y la aceptación por parte de la Concertación de la constitución de 1980 como el marco dentro del cual se debería construir la democracia limitaron la capacidad de dar justicia a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura. La justicia se demoró en llegar. Y en muchos casos, nunca llegó.
Pero esa transición pactada permitió que se construyera una democracia que funciona bien. El Chile de hoy es un país mucho mejor que el de 1989. Respecto al resto de América Latina, Chile ha mejorado sustancialmente. Es más, ahora nos comparamos con otros países de la OECD y aspiramos a estándares mucho más altos que nunca antes en nuestra historia. Es el éxito de la transición a la democracia el que hoy permite que haya algunos que quieran revivir la historia y hacer que transcurra de forma diferente.
Para leer más, visite El Líbero.