Aunque los gobiernos siempre buscan convencer que las variables internacionales son poco importantes cuando soplan vientos a favor en la economía mundial, y a su vez culpan a la economía internacional cuando las cosas no andan bien en el país, el efecto de lo que pasa en el mundo siempre se siente fuerte en las economías de tamaño medio integradas en la economía mundial, como Chile. Ahora que ésta se prepara para sentir los efectos de la guerra comercial del Presidente Trump y las economías emergentes pasan por un momento delicado, la incertidumbre política que existe en América Latina con la llegada de López Obrador al poder en México, las elecciones que se vienen en Brasil y las dudas sobre lo que puede pasar en Argentina, Chile se enfrenta a una tormenta que pondrá a prueba la robustez de su economía.
Por más que el gobierno diga que el país está preparado y La Moneda haga esfuerzos por minimizar los efectos negativos de una situación internacional incierta y una realidad regional compleja, los chilenos no podemos esperar que, al tener una economía tan abierta e integrada al mundo, los fuertes vientos que azotan a las economías emergentes vayan a tener un efecto nulo en lo que pasa en el país. Es cierto que las condiciones externas pueden ser entendidas como las condiciones de la cancha en las que se juega el partido. Un gobierno que sabe hacer las cosas y que tiene equipos preparados y capacitados para aprovechar las oportunidades y minimizar los riesgos siempre va a tener resultados mejores que una administración mediocre que no sabe responder adecuadamente a los desafíos y oportunidades que presenta la realidad internacional. Un mal gobierno hace que el país crezca menos que los países comparables cuando los vientos internacionales soplan a favor. Un buen gobierno minimiza los costos que implica que los vientos de la economía mundial soplen contra los países emergentes abiertos al mundo.
Hay buenas razones para argumentar que el gobierno de Piñera tiene equipos mejores preparados y más capacitados para administrar la economía del país en tiempos de vientos desfavorables que los equipos que tenía el gobierno anterior.Pero los pasajeros no son capaces de evaluar si el intenso movimiento del avión es producto de que hay malos pilotos que no saben aprovechar el bondadoso contexto o si las turbulencias son tan intensas que incluso los mejores pilotos son incapaces de evitarlas. Por eso, cuando las condiciones internacionales empeoran, los gobiernos debieran hacer lo mismo que hacen los pilotos del avión: al encender la señal de abrocharse el cinturón y advertirles a los pasajeros que se vienen momentos complejos, los pilotos preparan a la gente para evitar accidentes y sobresaltos.
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