Durante las últimas semanas, en medio de las protestas y represión que ha sacudido a Venezuela, intenté abrir un espacio a la lectura y reflexión. Finalmente pude leer la totalidad de La República española y la guerra civil (1931-1939), del estadounidense Gabriel Jackson. Ha sido una lectura interesada la mía. Revisando lo ocurrido en España, que minuciosamente este historiador describe, encontré algunos temas palpitantes conectados con nuestro aquí y ahora.
Mi acercamiento previo a la Guerra Civil Española había sido más bien de carácter cinematográfico. Entre los filmes que marcaron mi juventud siempre recuerdo Las bicicletas son para el verano, una entrañable historia de cómo se vivió el asedio de Madrid, de Jaime Chavarri (1984). Vi muchos otras películas ambientadas en aquellos años como La Vaquilla, de Luis García Berlanga (1984), Si te dicen que caí, de Vicente Aranda (1989), Ay, Carmela, de Carlos Saura (1990), Tierra y libertad, de Ken Loach (1995) y La niña de tus ojos, de Fernando Trueba (1998).
El libro de Jackson lo he tenido conmigo, como asignatura pendiente, desde hace un par de décadas. Sin duda, era éste el tiempo oportuno de leerlo. No escribo una reseña, tampoco es un resumen del libro de Jackson, simplemente comparto los asuntos que me parecieron medulares leyendo aquellos sucesos desde Venezuela, en julio de 2017.
La anarquía y fragmentación como antesala de la guerra
Tal vez lo más importante del estudio de Jackson lo constituye en la recreación del escenario político, social, económico y sindical de España en los años previos a la guerra civil. Es un país tensionado entre el anhelo modernizador de la clase media urbana, la tradición monárquica que se resiste al cambio, el poder feudal en las zonas rurales, junto con la más variopinta expresión política.
La imagen que queda de aquel período es de un país que no tiene un liderazgo modernizador sólido y cohesionado. En el terreno netamente político-partidista, la España previa a la guerra está signada por la construcción de alianzas circunstanciales, algunas francamente débiles. Tales alianzas, por su propia debilidad, no tenían la capacidad de controlar todas las acciones de sus integrantes, con lo cual en realidad lo que existía era una notable fragmentación política, tanto en la derecha como en la izquierda (signos ideológicos que tenían un peso determinante en aquel momento histórico). Tal segmentación en no pocos casos desembocaba en acciones anárquicas que sencillamente obstaculizaban decisiones y políticas públicas que en el plano macro-político se habían acordado.
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