Aunque muchos insistan en declarar que el país atraviesa por una crisis, la evidencia indica que la desconfianza en otros y el cuestionamiento de las élites llegaron para quedarse. Luego, en vez de abordar los nuevos desafíos como una etapa temporal y añorar reconstruir el equilibrio anterior, hay que hacerse cargo de la nueva realidad y construir un equilibrio que permita seguir avanzando. Por cierto, hay que acostumbrarse también a que las cosas seguirán cambiando (y aprender que los cambios son a la vez crisis y oportunidades y que, en todo caso, son inevitables).
Desde hace varios años, parte de la élite intelectual chilena viene confundiendo la evolución inevitable de la sociedad. Ya sea porque las instituciones democráticas son cuestionadas, los líderes no son valorados de la misma forma que cuando se restauró la democracia o la gente se comporta de forma distinta que a comienzos de los 90, algunos intelectuales se apuran en identificar una crisis. Algunos de esos intelectuales también dan a entender, sin evidencia ninguna, que en el Chile prehistórico de 1973, las cosas funcionaban mejor.
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