El fortalecimiento institucional y la consolidación democrática que experimentó Chile después del fin de la dictadura demuestran que los países pueden subir peldaños en la escalera hacia el desarrollo. Pero en años recientes, algunos escándalos han demostrado que nuestras instituciones no se han desarrollado a la par con el resto de la sociedad. El escándalo que actualmente involucra al Servel por los cuestionamientos sobre la legitimidad del padrón electoral muestra que algunas instituciones no solo no se han desarrollado a la par que el resto del país, sino que ahora funcionan peor de lo que funcionaban antes.
Desde la adopción del voto voluntario y la inscripción automática, el Servel ha sido sometido a fuertes cuestionamientos por la poca exactitud que tiene el padrón electoral con la realidad del universo de chilenos habilitados para votar. En defensa del Servel, el problema no fue causado por el propio organismo, sino por la decisión del legislador de automatizar la inscripción en el padrón electoral. Hasta antes de esa modificación —que entró en vigencia en 2012—, la confección del padrón electoral era responsabilidad exclusiva del Servel. Los chilenos debían ir personalmente a inscribirse en las oficinas del Servel que correspondían a su comuna de residencia. Esto le permitió al Servel tener un padrón en el que cada persona inscrita había expresado formalmente su intención de estarlo y había declarado una dirección de residencia.
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