A dubious referendum on a (slightly) revised constitution shows growing opposition to the revolution in Cuba

Even with likely fraud, the number of no votes, null votes and blank votes exceeded one million on Sunday’s referendum.

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[EnglishArticle]Both Fidel and Raúl Castro, as well as their government officials and fanatical defenders inside and outside Cuba, have always played down the domestic opposition to their government and the revolution. They predictably decry any dissent as minimal and likely funded by a foreign power. However, in the wake of the first-ever vote on an official proposal for constitutional reform, the Castro regime found itself having to reject more than one million votes—despite legal prohibitions on dissent. 

The constitutional reform was proposed by Raúl Castro days after Miguel Díaz Canel replaced him as head of state and the renewal of Cuban National Assembly. The government-proposed document was opened for consultations, which did produce changes from the original proposal, but the new constitution always maintained the one party regime and the “irreversible” character of the revolution.

On Sunday, February 24, Cubans took to the polls to “vote” for the reform.

The new constitution, which will replace the 1976 document, obtained 86.8 percent of votes in favor, of nearly eight million total votes, while 9 percent of voters voted no on the new constitution and the remaining 4.1 percent either left their ballots blank or cast null votes. At the same time, levels of abstention reached almost 1.5 million eligible voters, including those who refused to participate because they considered the entire process fraudulent.  

According to the website 14ymedio, “An initial calculation shows that the sum of votes against the reform, blank votes and null votes is 1,032,174. If the abstention rate (1,449,934) is added, the figure reaches a total of 2,482,108 Cubans, or 26.69 percent of eligible voters, who do not approve of the new constitution.”

Given the significant numbers of votes against the reform, the results of the referendum call into question the unanimity on which Castro and the Communist Party of Cuba (PCC) have always attempted to stake the legitimacy of the revolution.

The enlightening nature of Sunday’s vote doesn’t stop there. The opacity of the referendum vote—it’s highly unlikely that more than 70 percent of Cubans truly support a further consolidation of PCC power—calls into question whether the Castro regime would survive a plebiscite of the type that occurred in Chile in 1988, leading to the end of Pinochet’s rule. In the run-up to the plebiscite that put an end to the Chilean military regime, the opposition was able to campaign against the Pinochet government, even in public media. In addition to the Catholic Church, the military, and international observers, the parties that would later make up the Concertación de Partidos por la Democracia, which led Patricio Aylwin to the presidency in 1989, were able to oversee the electoral process.

In the build-up to Sunday’s vote, only the “Yes” camp was able to campaign, and on the day of the vote, officials provided voters with a simple ballot (and a pencil!) with two options: “Yes” and “No.” The results of vote were made public 21 hours after the close of voting.

What was the actual result of the vote? Only the top brass of the PCC likely knows the truth. In any case, the political cost of sustaining a one party, mono-ideological regime is higher than before Sunday, given that at least 20 percent of the Cuban population showed their opposition to the new constitution in some form.

Raúl Castro’s formal successor, Miguel Díaz Canel, already knows that the result of Sunday’s vote reflects current levels of support for the revolution. And more than anything, the (relatively) high levels of dissent indicate a desire for increased political openness among Cubans.

For the opposition, despite repression and lack of international support, modern technology will allow a slightly revitalized movement to circumvent censorship in an attempt to mobilize the more than one million Cubans who rejected constitutional reform.

Though it may not seem revolutionary now (pun intended), nothing will be the same in Cuba following Sunday’s vote, especially as the legitimacy of the Cuban regime in the international arena begins to draw increased scrutiny. Across the Caribbean, the possible return of democratic institutions to Venezuela looms on the horizon. If successful, it could signal a potential coup de grace for what would be the last remaining true one-party state in Latin America.

Gabriel Salvia is the general director of the Center for the Opening and Development of Latin America (CADAL). He is based in Buenos Aires.

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Tanto Fidel y Raúl Castro, como sus funcionarios y fanáticos defensores dentro y fuera de Cuba, siempre minimizaron a la oposición interna, calificándola de grupos minúsculos y mercenarios al servicio de una potencia extranjera, algo típico de estos regímenes. Sin embargo, ante la primera ocasión en que la revolución permitió votar a favor o en contra de una propuesta oficial de reforma constitucional, se encontraron con un rechazo superior al millón de votos, con todo y que la oposición es catalogada como una oposición ilegalizada.

Esta reforma constitucional fue planteada por Raúl Castro días después de ser reemplazado por Miguel Díaz Canel como Jefe de Estado, y de la renovación total de la Asamblea Nacional del Poder Popular. La reforma fue sometida a consultas y el proyecto original produjo cambios, pero mantuvo siempre el régimen unipartidista y el carácter “irreversible” de la revolución. La convocatoria para votar la reforma se fijo para el pasado 24 de febrero (24F).

Esta nueva constitución, que reemplazará a la 1976, obtuvo 86.8% de los votos, de cerca de ocho millones de votos registrados. Por su parte, el 9% votó por el NO y el 4.1% restante fueron votos en blanco o nulos. A su vez, la abstención alcanzó casi el millón y medio de ciudadanos habilitados para votar, entre los cuales estaban quienes rechazaron participar por considerar que se trataba de un fraude orquestado.

De acuerdo al portal 14ymedio, “Un cálculo inicial arroja que la suma de votos por el NO, los nulos y los que quedaron en blanco es de 1,032,174. Si se agrega la abstención (1,449,934) la cifra alcanza un total de 2,482,108 cubanos que no aprobaron la nueva Constitución, es decir el 26.69% del padrón electoral. La Carta Magna fue aprobada por el 73.31% de ese registro de votantes”.

De esta manera, la propuesta de reforma constitucional del Partido Comunista de Cuba (PCC) blanqueó lo que el castrismo siempre negó y la unanimidad en la cual la revolución decía legitimarse no es tal.

Pero esto no es todo, pues la opacidad del proceso electoral del referéndum permite aventurar la idea de que el castrismo, al igual que le pasó al pinochetismo, no resistiría un plebiscito para mantenerse en el poder en condiciones similares a las que se produjeron en Chile en 1988. En efecto, en el plebiscito que puso fin al régimen militar chileno la oposición pudo hacer campaña por el NO, incluso en los medios públicos. Además, los padrones estuvieron depurados y los partidos que luego conformarían la Concertación de Partidos por la Democracia que en 1989 llevó a la presidencia a Patricio Aylwin pudieron fiscalizar el proceso electoral, al cual se sumó la Iglesia Católica—que también era opositora a la dictadura militar—, asi como acompañamiento puntual de la observación internacional.

En este referéndum constitucional en Cuba solamente hubo campaña oficial por el SI y en el cuarto de votación se proporcionó ¡un lápiz! para marcar en la boleta por SI o por NO. Posteriormente, los resultados de una votación tan sencilla se difundieron 21 horas después del cierre de la votación.

¿Cuál habrá sido el verdadero resultado? Sólo lo debe saber la jerarquía del PCC. Pero en cualquier caso ahora el costo político de sostener un régimen de partido y pensamiento únicos es más alto, dado que hay por lo menos un veinte por ciento de la población cubana que no los comparte.

El sucesor formal de Raúl Castro, Miguel Díaz Canel, conoce ya el resultado de esta suerte de encuesta sobre el apoyo a la revolución, la cual terminó convirtiéndose en una demanda de apertura política. Por su parte, a pesar de la represión y la falta de apoyo internacional, la oposición tendrá en las nuevas tecnologías una herramienta para burlar la censura y tratar de movilizar a ese millón de cubanos que rechazaron esta reforma constitucional.

Después de este referéndum constitucional ya nada será igual en Cuba. Asimismo, comenzará a cuestionarse la legitimidad del régimen cubano en el ámbito internacional, a lo cual el eventual retorno a la institucionalidad democrática en Venezuela le podría dar el golpe de gracia al único gobierno unipartidista de América Latina.      

Gabriel C. Salvia es Director General del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).

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