Ha concluido la visita a Caracas de la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet. No ha sido esta visita el final de algo, y al contrario estamos en el inicio de un proceso. Un punto álgido nos espera el 5 de julio cuando está prevista la presentación del informe sobre la situación en Venezuela, en las sesiones que tendrán lugar en Ginebra.
La estadía necesariamente sería corta, como suele ocurrir en estos casos, ya que el alto comisionado vela por los derechos humanos en todo el mundo, y tiene bastante tela que cortar. Un aspecto central de una visita de este tipo es la posibilidad de que la visitante pueda reunirse sin la mediación oficial con las víctimas y defensores de derechos humanos.
Las reuniones de alta política, incluso los encuentros con Nicolás Maduro y Juan Guaidó, son sólo parte de un acuerdo diplomático. Deben ocurrir, sin duda alguna, pero no es de tales reuniones que una alta comisionada obtiene una vivencia directa de lo que ocurre realmente en el país.
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