La Organización de Estados Americanos (OEA) tiene entre manos una verdadera papa caliente: ¿cómo abordar (y, eventualmente, contribuir a resolver) la crisis venezolana? Por un lado, está en juego la capacidad de un organismo que no pocas veces ha sido señalado como ineficiente. En su seno se expresan tensiones que podrían acrecentarse según se desarrolle el conflicto político en Venezuela.
En la OEA no existe consenso en relación con la crisis venezolana. No lo hay entre los países que forman parte del organismo y tampoco parece haberlo entre el secretario general, Luis Almagro, y las delegaciones representadas en la sede en Washington. Asimismo, hay una clara división entre las naciones hispanoparlantes (y Brasil) y el mundo caribeño anglosajón y francófono a la hora de votar sobre Venezuela. Como telón de fondo, el otrora actor de peso en la OEA, Estados Unidos, sencillamente no parece tener el fuelle para propiciar soluciones de conjunto en la región.
Hace poco más de un año, en una reunión privada, un integrante del equipo de trabajo más cercano a Almagro me adelantó que la gestión del ex-canciller uruguayo jugaría con fuerza para que no se implantara una dictadura en Venezuela. Así ha sido. En efecto, Almagro ha roto con los moldes convencionales del cargo para pasar a ser un claro activista a favor del cambio en Venezuela.
El secretario general ha estado muy activo en las redes sociales, a través de las cuales suele enviar mensajes directos a los altos funcionarios del gobierno de Nicolás Maduro. No ha logrado, sin embargo, congregar cuestionamientos públicos severos del mundo de la izquierda latinoamericana en contra de Maduro, pese a la condición progresista que, sin duda, tiene el ex-canciller uruguayo. Al contrario, no pocos creen que Almagro ha sido cooptado por la derecha y eso explica su activisimo en el caso de Venezuela.
El papel público y beligerante del secretario general de la OEA causa ruido dentro de la organización. Así lo dejó entrever la posición de Antigua y Barbuda a fines de mayo, cuando solicitó que Almagro no se adelantara a las decisiones del Consejo Permanente, que finalmente es la instancia rectora de las políticas en la OEA.
A través de discusiones de pasillo y con el apoyo de Ecuador y Bolivia, Venezuela ha logrado poner en discusión la necesidad de revisar la conducta de Almagro en la Secretaría General de la OEA. Esta estrategia, aunque no arroje frutos, ayuda a desviar el foco de atención, que de forma taciturna se coloca sobre la naturaleza dictatorial o no del régimen de Maduro.
Desde hace varios meses Almagro se refiere abiertamente a Venezuela como una dictadura. Para ello, se apoya en sendos documentos que presentó ante el Consejo Permanente y en una sesión del año pasado en la que él llamó a invocar la Carta Democrática Interamericana.
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