Carta a Gustavo Dudamel

Una carta a Gustavo Dudamel en la cual el autor pide que nunca es tarde para denunciar a una dictadura, para pedir elecciones, para condenar la represión.

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Hace tres años te escribí también una misiva pública, por aquel entonces participaste con tu música en el despojo que le hizo el entonces ministro Andrés Izarra a la Gobernación de Lara de las instalaciones de “La Flor de Venezuela”. Ya te advertía en 2014 que la forma en que se dio aquel procedimiento, sin respeto de ningún procedimiento administrativo, era una señal inequívoca del autoritarismo que se había incubado en el PSUV y en el alto gobierno.

Hace tres años te decía y cito aquella carta, Gustavo: “Ten cuidado, estimado maestro, tu genialidad como músico no será salvoconducto cuando sea la hora de evaluar tu conducta como ciudadano y demócrata (que lo eres) de Venezuela”. Aquella advertencia te la hacía sin ningún ánimo de lincharte o amedrentarte. Era la preocupación de un venezolano hacia otro venezolano, en las horas críticas del país. Sencillamente como otro compatriota te increpaba, recordando tu condición de demócrata, para ver de qué lado de la historia te ibas a ubicar.

Hoy, Gustavo, releo los párrafos de tu declaración tras la muerte de Armando Cañizales y comprendo perfectamente que esa muerte ha sido tu punto de inflexión personal. No tengo parentesco algo con este chamo, que con sus 17 años no conoció otra cosa que una Venezuela gobernada por el chavismo y que salió a manifestarse en las calles, teniendo como única arma su voz para gritar en contra de la dictadura.

Armando Cañizales no era de mi familia, pero Gustavo he sentido su muerte muy hondamente. Era hijo de un profesor universitario, como yo. Con apenas 17 años podría haber sido un hijo mío. Era hijo tuyo simbólicamente, y por eso su muerte te debe haber marcado en el alma, ya que como tú buscó su lugar en el mundo a través de la música, de la mano de tu entrañable Sistema. Como toda muerte de un joven desarmado en medio de una protesta pacífica es una muerte trágica, que nos afecta como sociedad.

Gustavo, hasta este 4 de mayo según el Ministerio Público, eran 35 los venezolanos muertos en el marco de las protestas en contra de la dictadura. Cada una de esas muertes duele, pero al igual que te ha pasado a ti, la de Armando me tocó. Ha sido también mi punto de quiebre personal, el día en que me tocó dar la noticia en la radio sólo tenía ganas de llorar. Comparto el luto que le diste a tus redes sociales por la muerte de este chamo, para mí también pasó a ser un asunto personal.

Nuestra Venezuela, Gustavo, está atravesada por sentimientos de revancha y resentimiento. Todos estos años se han incubado demonios. Mucha gente que se opone al chavismo no valora en su justa medida lo que ha sido una valiente posición pública. Ese “Ya basta” que has dicho retumbará en muchos lugares insospechados. No pocos compatriotas, de uno u otro bando, te llamarán traidor. Yo creo, en cambio, que sellaste tu conducta de compromiso ciudadano. Bienvenido, no somos pocos los venezolanos que te acogemos porque creemos en la necesaria reconciliación nacional.

Nunca es tarde para denunciar a una dictadura, para pedir elecciones, para condenar la represión. Ahora Gustavo tu desafío, como ciudadano y demócrata, es que esta declaración no sea la excepción. No te pido que vengas a Venezuela a encabezar una marcha de protesta, no es ese tu papel en este momento histórico. Tampoco se trata de que pases a ser un activista de las redes sociales en contra del régimen de Nicolás Maduro. Ese que incluso ahora desvirtúa lo que era el legado más preciado que podía trascender al chavismo, la constitución de 1999.

Hoy eres el venezolano universal, y eso te da la enorme capacidad de que mensajes tuyos puedan ser escuchados en muchos lugares del planeta. Imagina la enorme capacidad que tienes para que millones de personas en el mundo entero sepan de nuestro país y de la crisis que padecemos.
Gustavo, te quiero imaginar dando tus conciertos geniales (así los describe la prensa internacional al unísono) y que sencillamente antes o después ofrezcas una breve declaración dedicándole esa presentación a las víctimas de la represión en Venezuela.

Un chamo como Armando, a sus 17 años, no tenía otra posibilidad que salir a la calle. Imagínate que al cumplir 18 años ni siquiera iba a poder votar en unas elecciones. En cambio tú, Gustavo, tienes la posibilidad de decirle al mundo –literalmente al mundo entero- que en Venezuela el gobierno debe atender el llamado a elecciones y urgentemente detener la represión.

Ya habrás comprendido por tu exitosa carrera y como figura pública que una declaración de este calibre te traerá consecuencias. En el corto plazo no dudo de que el régimen te tenga reservados algunos tragos amargos. Eso es pasajero, lo que verdaderamente será significativo es que ahora sí podrás encontrarte con toda Venezuela, con todos, -más temprano que tarde- en un gran concierto en el que celebraremos el cambio democrático. Allí estaré, Gustavo, para aplaudirte a rabiar.

This articles has been previously published by El Estimulo.

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