El viernes 2 de junio, como muchos venezolanos, estaba a la expectativa de oír su entrevista radial con Vladimir Villegas. No era para menos. Si no estoy equivocado, creo que era la primera entrevista que usted concedía desde fines de marzo, cuando aquella declaración suya representó un seísmo para el régimen de Nicolás Maduro. Para los pensadores lineales, como suele decir Luis Vicente León, usted era parte de un arreglo del propio gobierno para distraernos. En pocas semanas ha quedado en claro de que usted, con su declaración, ha significado un punto de inflexión en estas semanas caóticas de la vida nacional.
No le pude escuchar con Vladimir. Para silenciar su mensaje el gobierno usó lo que viene utilizando contra opositores y críticos, le metió una cadena presidencial de radio y televisión. Una de tantas, y al igual que muchas con un mensaje anodino. Me quedó claro, como a muchos venezolanos, que el gobierno le teme. Teme lo que usted pueda decir.
Usted ya debe estar al tanto que el gobierno a través de su dirección de censura, Conatel, giró instrucciones a los canales de televisión de Venezuela con una directriz clara. No se le puede entrevistar en pantalla. También en días pasados vi como con recursos públicos le montaron una tarima frente a su oficina para denigrar de usted, hubo poca gente en verdad.
Son sólo señales, Luisa, de lo que vendrá contra usted. Pero usted no es de las que da puntada sin dedal, y además conoce -como decía José Martí- al monstruo desde sus entrañas, así que seguramente estuvo muy consciente de los riesgos a los que sometía cuando dio el paso en la dirección correcta, cuando decidió que por encima de un gobierno estaba la institucionalidad y la defensa de la Constitución vigente.
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