Un periodista detenido en pleno palacio presidencial, una entrevista incautada y posteriormente enviada de forma clandestina al periodista. Estos dos elementos ya convierten a la entrevista que le hiciera Jorge Ramos a Nicolás Maduro, en 2019, en una pieza digna de ser comentada.
Llueven las especulaciones sobre el cómo llegó de nuevo la entrevista a manos del periodista. Fue televisada con bombos y platillos el 2 de junio de 2019 por la señal de Univisión y colocada de forma amplia en las redes sociales.
¿Efectivamente se le hizo llegar alguien para perjudicar a Maduro? ¿O sencillamente se le hizo llegar a Jorge Ramos como parte de una estrategia de propaganda del chavismo? Sin duda, tras observar el vídeo Nicolás Maduro queda mal parado, ya que pierde los estribos, pero Jorge Ramos tampoco muestra sindéresis como periodista.
La entrevista, como técnica periodística, busca el diálogo. Incluso si se entrevista a un dictador. El sentido de una entrevista política es sacarle el jugo a la figura de poder. Hacerle preguntas difíciles, incómodas, pero es indispensable dejarle hablar. Que sea el propio entrevistado con sus respuestas el que se coloque la soga al cuello. No es papel del periodista asumir el rol de juez. Ya que no lo es, a fin de cuentas.
En Venezuela hemos tenido muchos entrevistadores incómodos, algunos incluso inquisidores. Sofía Ímber y Carlos Rangel hicieron levantarse de la silla a Teodoro Petkoff, si mal no recuerdo a fines de los años 70, en plena entrevista. Es que ustedes no dejan que uno hable, que uno responda, argumentó Teodoro y acto seguido batió el micrófono y se retiró del estudio. Se trataba de un programa en vivo.
Para leer más, visite El Estímulo.