Hace unos días los jóvenes del Partido Colorado y del Partido Nacional de Salto, nos invitaron al diputado Martín Lema y a mí a reflexionar sobre los desafíos de la coalición. Más precisamente la propuesta del conversatorio se titulaba “cómo construir acuerdos en un mundo de gritas”. Esta instancia sirvió para mirar la coalición más allá de lo coyuntural y analizar sus orígenes, sus desafíos y sus pilares.
Empecemos por apuntar que los partidos políticos son la esencia de la democracia. Lo fueron siempre. Desde los Tories y los Whigs en el Parlamento Británico, la confrontación pacifica de ideas entre partidos es el combustible que las democracias necesitan para permanecer activas y pujantes. Y el Uruguay moderno, con luces y sombras, siempre fue un ejemplo de esa confrontación pacifica. Pocas veces asociamos la idea de que la estabilidad de nuestra democracia se debe, en parte, a la rica historia institucional de nuestro sistema de partidos (uno de los sistemas más antiguos del mundo). De aquí que llama la atención cuando a veces se habla de “nueva política” cuando en realidad lo que necesita nuestra democracia es seguir fortaleciéndose desde nuestro sistema departidos que ya es de referencia en el mundo.
Desde Carpintería en 1836, la historia uruguaya ha estado fuertemente marcada por la historia de sus partidos. El historiador Carlos Demasi llega a hablar incluso de que los partidos fundacionales uruguayos son parte de la “identidad nacional”, logrando “construir la definitiva institucionalización del orden democrático.”
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