A tres semanas de que se acabe la campaña de segunda vuelta, Alejandro Guillier y Sebastián Piñera compiten codo a codo por sumar apoyos clave para alcanzar la ansiada mayoría el 17 de diciembre. Si bien la noche del domingo pasado la izquierda sonreía y la derecha parecía entrar en estado de shock, en los días posteriores Piñera ha aprovechado su mayor experiencia en campañas, mientras que Guillier ha cometido errores de principiante. Ambos se han focalizado en sumar nuevos rostros a sus comandos, pero mientras el senador ha hecho gestos para sumar esos votos de izquierda que necesita para acercarse al 50%, el ex Presidente ha salido más decididamente en busca de esos votantes moderados que serán los que decidan la elección.
Los resultados de la primera vuelta provocaron sorpresas por doquier. En la derecha, fueron malas. Muchos en el sector se daban por ganadores en primera vuelta y no pocos estaban más preocupados de repartirse los cargos en el gabinete que de asegurar la victoria. Si bien el desempeño de la derecha en las parlamentarias fue satisfactorio —y el sector resultó irónicamente beneficiado por las distorsiones provocadas por el nuevo sistema electoral—, la sensación prevalente en el sector era que, por primera vez, sentían que podían perder la oportunidad de volver al poder.
En la izquierda, en cambio, las sensaciones eran mixtas. Por un lado, el PDC mordía el polvo de la derrota. Los partidos de izquierda de la Nueva Mayoría sufrían retrocesos parciales en el Congreso, especialmente el PPD. El Frente Amplio celebraba una votación muy superior a la esperada. Pero todos los partidos de izquierda compartían la percepción de que ahora era posible frenar a Piñera. Renacían las esperanzas de seguir en el poder.
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