Así como es innegable que la figura del ex dictador Augusto Pinochet representó la base sobre la que se construyó la unidad de la Concertación primero —y de la Nueva Mayoría después—, SQM, la empresa controlada por Julio Ponce Lerou, quien fuera yerno del ex dictador, simboliza el golpe más severo y devastador para la reputación de esa alianza que gobernó en 24 de los 28 años de democracia y que exitosamente lideró al país entre 1990 y 2010. La cercanía de la centroizquierda con una de las empresas más cuestionadas por su falta de transparencia y por su heterodoxa forma de entender el libre mercado demuestra que, además del necesario pragmatismo para aceptar las condiciones del juego que heredó, la Concertación pecó de un cuestionable oportunismo en la forma en que transitó desde la defensa de la democracia a administrar el poder.
Entre las muchas críticas que se hacen, las más injustas son las que reprochan a esa coalición por gobernar con el marco constitucional y el modelo neoliberal heredado de la dictadura. Las críticas son injustas porque los resultados de esa decisión fueron positivos para el país. Chile avanzó decididamente hacia una democracia plena que hoy permite a todos los chilenos ejercitar libremente sus derechos. Pasó de ser un país promedio en la región a ser líder en desarrollo económico y libertades políticas. Eso fue gracias a que el grupo gobernante aceptó la realidad de que debería construir una democracia con las restricciones iniciales impuestas por la dictadura. Como esas restricciones —o enclaves autoritarios— terminaron por caerse y desaparecer, la Concertación lideró la construcción de una democracia a partir de un edificio que fue diseñado para bloquearla.
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