Que Vladimir Putin haya invertido con éxito miles de millones en el reciente Mundial de Fútbol, para lavarle la cara a su régimen autoritario, ya lo sabíamos antes de que comenzara a rodar el balón en Rusia. La lluvia de la ceremonia final y la tosca respuesta de su cerco de seguridad le arruinaron parcialmente la inversión, pues el mundo vio en vivo y directo la naturaleza de su personalidad.
El mundial será recordado también por la imagen del ex agente secreto, devenido en hombre fuerte de Rusia, protegido de la lluvia, mientras que quienes le rodeaban en el acto de clausura sencillamente estaban empapados. En esa ceremonia de clausura resaltó la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kiratovic. Sin invertir una fortuna, como lo hizo Putin, ella también terminó lavando la cara de su gobierno.
La presidencia de Kolinda Grabar-Kiratovic marcó un hito en la historia postsoviética de Europa central. Ha sido la primera mujer en acceder a la presidencia en su país y lo alcanzó luego de una curtida trayectoria que incluyo altos cargos dentro de la OTAN y la representación de Zagreb como embajadora ante Estados Unidos.
El sistema croata es mixto. El presidente es el jefe de Estado, elegido por sufragio directo para un término de cinco años, limitado por la constitución a un máximo de dos mandatos. Además de ser el comandante en jefe de las fuerzas armadas, tiene la obligación de elegir al primer ministro con la aprobación del parlamento, y juega un papel importante en la política exterior. El gobierno cotidianamente es manejado por el primer ministro.
Algunos analistas le consideran semejante al sistema alemán, pero la impronta personal de Kolinda ha marcado una pauta de relevancia para la presidencia, opacando en muchos sentidos al primer ministro. Un asunto que no ocurre en Alemania, donde el presidente tiene funciones muy militadas y protocolares.
La revisión de los informes recientes de tres organizaciones bastante reconocidas en el mundo de los derechos humanos como Amnistía Internacional, Reporteros Sin Fronteras y Freedom House, permiten comprobar el estado no precisamente satisfactorio de los derechos humanos en Croacia bajo el mandato de su primera mujer en la presidencia, quien asumió el poder en febrero de 2015, y que tras el Mundial de Rusia se encamina a una reelección en 2019, cuando deben celebrarse elecciones presidenciales y legislativas.
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