El Presidente Sebastián Piñera dejó pasar la oportunidad que le brindaba la Cuenta Pública del 1 de junio para redefinir los términos del empate político que ahora existe con el Congreso. De hecho, la distancia entre la mayoría de izquierda en el Congreso y La Moneda se acrecentó producto de lo que anunció Piñera sobre la reforma de pensiones, la propuesta de reducir el número de parlamentarios y de establecer límites a la reelección en el Congreso.
Como esta fue la tercera ocasión en la que el discurso se realiza el 1 de junio —y no el 21 de mayo, como era la tradición— es difícil evaluar su impacto político. A diferencia de los dos años anteriores, esta vez fue un sábado, y en hora prime, por lo que era evidente que habría más gente viéndolo por televisión.
Dado que Piñera llegaba a la cuenta pública con la peor aprobación en lo que va de su segundo mandato y como la agenda legislativa del gobierno está estancada en un congreso controlado por una mayoría de izquierda, había buenas razones para pensar que aprovecharía la oportunidad para intentar destrabar el avance de las reformas emblemáticas del gobierno. Pero el Presidente optó por utilizar la cuenta pública para repetir lo que terminó siendo una larga lista de supermercado de logros, planes y promesas del gobierno. Tan larga fue la lista de anuncios y tan disciplinada fue la bancada oficialista para aplaudirlos que, incluso cuando el Presidente mencionó el eclipse total de sol que se observaría en el mes de junio (en realidad será el 2 de julio), estallaron espontáneamente los aplausos oficialistas en el Congreso Nacional.
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