¿Descontento con la economía o con el gobierno en Chile?

Si bien la gente aparece molesta con los escándalos de corrupción, estos escándalos no son peores que otros problemas de tráfico de influencias y conflictos de interés que surgieron en años recientes. La diferencia ahora está en que la economía ya no crece.

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Las malas noticias que salen de Chile subrayan tanto la abrupta caída en la aprobación de la Presidenta Michelle Bachelet como los escándalos de corrupción que tienen a varios partidos más preocupados del trabajo de la fiscalía y del poder judicial que del desempeño del Congreso. Pero detrás del descontento y de la creciente molestia con los casos de corrupción—y con la poca capacidad del gobierno para combatirla—está el incuestionable enfriamiento de la economía chilena.

Después de acostumbrarse a crecer a tasas anuales de alrededor de 5 o 6 por ciento, los chilenos están pasando por su segundo año de crecimiento en torno al 2 por ciento. En un país en que las oportunidades se expandieron constantemente por 25 años, el frenazo de la economía hace que la gente culpe a la clase política por no poner el pie en el acelerador y vea en los escándalos de corrupción la causa—o al menos un chivo expiatorio—de su frustración al ver que sus altas expectativas difícilmente podrán ser materializadas ahora que parecen haberse acabado los años de las vacas flacas.

En 2013, Bachelet volvió a Chile para buscar un segundo periodo presidencial. Con una plataforma de ideas más izquierdistas, Bachelet pareció querer decir que su segundo periodo sería más radical y refundador.  Alegando que la alta desigualdad que existe en Chile es intolerable, Bachelet prometió un estado más grande y poderoso que major pudiera distribuir la riqueza.

Después de ganar ampliamente la elección, Bachelet inició su ambicioso plan de reformas tributarias, educacionales, electorales y laborales. Como había prometido educación universitaria gratuita universal, Bachelet debió impulsar una ambiciosa reforma tributaria en 2013. Los efectos de la reforma no se dejaron esperar. Producto de la incertidumbre, se paralizó la inversión y se frenó la creación de empleo.  Como toda América Latina también sufre por el fin del ciclo positivo para las exportaciones de materias primas de la región, las reformas del gobierno contribuyeron a profundizar el enfriamiento generado por variables externas que afectan a toda América Latina.

Gracias a un aumento en el gasto público, Chile logró crecer 2 por ciento en 2014.  Pero ningún país puede confiar que el crecimiento impulsado por el estado se prolongue en el tiempo.  Hay que tomar medidas para hacer frente a los complejos desafíos que vienen ahora que las exportaciones han dejado de ser el motor del crecimiento en América Latina.

Cuando la Presidenta Bachelet debió enmendar su camino y hacer frente al temporal que se avecina, una serie de escándalos políticos comenzaron a dominar la agenda política en Chile. Un escándalo de especulación inmobiliaria en el que participó el hijo y la nuera de Bachelet hicieron que la propia Presidenta fuera afectada por los escándalos.  La agenda de reformas de Bachelet se paralizó. Eventualmente, Bachelet debió hacer un ajuste a su gabinete, remplazando al Ministro del Interior y al Ministro de Hacienda.  En varias entrevistas, Bachelet ha reconocido que será difícil volver a recuperar la confianza de los chilenos.

Pero si bien la gente aparece molesta con los escándalos de corrupción, estos escándalos no son peores que otros problemas de tráfico de influencias y conflictos de interés que surgieron en años recientes. La diferencia ahora está en que la economía ya no crece.

Cuando la gente ve que la torta a repartir se achica, muchos apuntan a la corrupción como la causa de que sus expectativas no se verán materializadas. Cuando hay mucho para repartir, la gente está más dispuesta a aceptar que algunos se lleven más de lo que les toca.

Incuestionablemente, Chile necesita implementar reformas para combatir la corrupción y fortalecer sus instituciones democráticas.  Pero el principal desafío del país está en encontrar un nuevo motor que impulse el crecimiento y la creación de empleos.  De poco servirá tomar medidas para fortalecer la probidad si el desempleo sigue en aumento.

Desde el retorno de la democracia en 1990, los chilenos han vivido las mejores dos décadas de su historia. Ahora que las cosas parecen estar estancadas y no se ve una forma de cómo volver a echar a andar el motor del crecimiento, la gente expresa su descontento y malestar. Pero la clase política no debe equivocarse en leer ese malestar. La gente no quiere corrupción. Pero como siempre la caridad empieza por casa, los chilenos quieren que el gobierno primero encuentre una forma de que el país vuelva a retomar el sendero del desarrollo y crecimiento.

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