No hablamos de 2021, aunque perfectamente algunos elementos del análisis serían válidos en esta hora del momento nacional. Así como el chavismo se erigió en poder autoritario con pretensiones hegemónicas, hemos estado largamente en el ritornelo de que es necesario articular una oposición democrática que tenga una estrategia coherente.
La desdemocratización, que en términos temporales antecedió al chavismo, y que este proyecto ha profundizado, debe entenderse también como el fracaso de una alternativa democrática en estos años del siglo XXI.
El análisis crítico sobre la oposición al chavismo ha sido un elemento recurrente cuando se reflexiona sobre la naturaleza del régimen iniciado en febrero de 1999, una vez que Hugo Chávez asume el poder. El proyecto autoritario que ha encarnado el chavismo, incluso desde sus inicios, tuvo como correlato fallidas acciones y/o estrategias opositoras que le allanaron el terreno en su afán de hacerse con todo el poder en Venezuela.
En abril de 2004, Francisco José Virtuoso planteaba los desafíos de pensar en una alternativa al chavismo, bajo el título “Construir la oposición”. En ese texto, por cierto, ya el autor planteaba que en ese momento no era realista llamar dictadura al gobierno de Chávez, “por ahora”, ya que si bien eran notables los rasgos de autoritarismo, existían espacios para el desarrollo de la acción política-institucional por parte de las fuerzas democráticas que adversaban al régimen.
Analizaba aquel artículo el contexto político venezolana en los meses previos al referendo revocatorio, que tendría lugar en agosto de 2004, y al cual nos hemos referido en otro artículo de esta serie. Los factores de oposición mantenían como espacio a la llamada Coordinadora Democrática, pero esta instancia ya lucía debilitada tras el fracaso del paro (diciembre 2002-enero 2003) y la restitución de Chávez en el poder, tras el fallido golpe de Estado de abril de 2002.
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