En un artículo reciente señalamos el costo que tiene para el país la cháchara televisada de Maduro. Ese “bla, bla, bla” presidencial. Ejercer el poder en Venezuela se ha transmutado en poder meterse de forma obligatoria en la casa de cada venezolano a través de las cadenas. Al presidente debe vérsele así usted no quiera verlo.
Para quienes no tienen acceso a la televisión por suscripción, que representa un tercio de los venezolanos, la única manera de librarse de estos mensajes de transmisión obligatoria es sencillamente apagando el aparato de televisión o la radio. Desenchufarse de los aparatos radioeléctricos termina siendo la única manera en que puede ejercerse la autonomía comunicativa en los sectores populares y rurales que sólo tienen acceso a la televisión abierta nacional.
En un contexto de guerra política-comunicacional como en el que estamos en las semanas previas al 30 de julio, fecha emblemática para la profundización del autoritarismo en Venezuela, las cadenas terminan siendo un recurso importante en la estrategia propagandística oficial.
Un mecanismo clásico de la propaganda política lo constituye la descalificación del adversario. Eso termina siendo usual –en extremo- en las cadenas de Maduro. En una suerte de “guerra comunicacional asimétrica”, ya que lo dicho por el presidente tiene alcance nacional y es de transmisión obligatoria, y cualquier réplica de la dirigencia política democrática hoy está limitada a las redes sociales.
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