El candidato de los empresarios

Ayudaría mucho a Sebastián Piñera que los propios empresarios se dediquen a lo que saben hacer y no entren burdamente a la arena política con declaraciones destempladas que, aunque busquen ayudarlo, sólo contribuyen a una polarización que daña al candidato de Chile Vamos.

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Lo peor que le podría pasar a Sebastián Piñera es que los grandes empresarios, en su entusiasmo por verlo convertirse en el próximo Presidente, repitan que esta elección es una especie de “Piñera o el caos”.

Porque el gran empresariado probablemente genera incluso más rechazo que el propio gobierno de la Nueva Mayoría, cuando los empresarios salen a hacer campaña por Piñera, la centroizquierda tiene una inmejorable bandera de unidad. Ahora que el gobierno no ha podido retrotraer al país a la clásica división del Sí y el No, donde siempre gana el No, la Nueva Mayoría anda pidiendo a gritos un impopular adversario contra quien competir en la segunda vuelta de diciembre. Resulta incomprensible que el gran empresariado se ofrezca voluntariamente para facilitarle la tarea de polarización ideológica a la izquierda.

Entre las muchas singularidades de esta campaña, los errores no voluntarios cometidos por la gobernante centroizquierda son probablemente el factor más importante que explica que, cuatro años después de dejar el poder como el Presidente con la peor aprobación promedio en democracia, Sebastián Piñera lleve una ventaja tan decisiva en las encuestas.  Al no ser capaz de organizar primarias para escoger a su candidato, la centroizquierda puso todos los huevos en una canasta sin saber si la canasta resistía. De haber realizado primarias, los errores no forzados que ha cometido Alejandro Guillier en campaña se hubieran producido antes de las primarias y los partidos de la Nueva Mayoría hubieran podido reconsiderar su apoyo al senador.

De igual forma, con una campaña de primarias, los simpatizantes de la Nueva Mayoría hubieran podido evaluar las fortalezas y debilidades de los candidatos. El resultado hubiera sido que otro candidato —tal vez el ex Presidente Lagos, o la propia Carolina Goic— habría ganado las primarias y sería el abanderado de todo el sector. O bien, el propio Guillier hubiera ganado, pero habría aprendido lecciones y tendría más legitimidad. Pero ahora que la Nueva Mayoría está dividida entre dos candidatos —más otros cuatro que se definen como izquierdistas— y ninguno de ellos genera mucho entusiasmo, la victoria de Piñera parece casi inevitable.

Pero en la puerta del horno se quema el pan. Como Piñera genera un rechazo alto entre los sectores populares (aunque muchas de esas personas no se van a molestar en ir a votar), el retorno de la derecha al poder no está asegurado.  La segunda vuelta ofrecerá una oportunidad a la centroizquierda para disciplinarse detrás de cualquier candidato que enfrente a Piñera. Si un número lo suficientemente alto de todos aquellos que rechazan al ex gobernante se decide a votar para evitar su regreso al poder, la elección de diciembre podría convertirse en la sorpresa electoral más grande desde el retorno de la democracia.

Una forma de entusiasmar a esos abstencionistas probables que no se van a molestar en ir a votar para frenar a Piñera es polarizando la campaña. Las declaraciones de algunos grandes empresarios, advirtiendo que si Piñera no gana la elección va a haber consecuencias negativas —una especie de homenaje a la advertencia de Pinochet en 1988, cuando dijo “yo o el caos”— constituyen una oportunidad para que aquellos que buscan frenarlo se articulen. Si los que hacen campaña por Piñera polarizan al país con declaraciones tan innecesarias y contraproducentes, será más fácil para la izquierda caricaturizarlo como el candidato de los grandes empresarios. Luego, bastará con asociar la percepción de abuso que siente la gente hacia muchos empresarios con el candidato de los empresarios: Sebastián Piñera.

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