El reciente fallecimiento de Aristóbulo Istúriz ha dejado al desnudo el daño antropológico que el chavismo ha provocado entre los venezolanos, tras su prolongado ejercicio del poder con intenciones totalitarias.
Las redes sociales fueron vitrina para las más diversas y grotescas manifestaciones, en torno al fallecimiento de Istúriz. El chavismo ha logrado que muchísimos venezolanos, que en teoría apuestan a un cambio político, hayan terminado por incorporar en su lenguaje y cultura política lo que precisamente ha caracterizado a quienes ejercen el poder: el desprecio por el otro y el insulto como expresión.
No fui amigo de Aristóbulo y en una sola oportunidad pude estar varias horas conversando con él. Aquello fue el 12 de abril de 2002.
Como a muchos periodistas de fines de la década de 1980 y durante los 1990, Aristóbulo fue un referente político. En aquellos años, quien venía de la lucha gremial del magisterio se abrió paso en la arena política. Tras diversos forcejeos, el profesor Istúriz primero fue diputado del reducido pero bullicioso grupo parlamentario de La Causa R, en el seno del Congreso de la República, y luego alcalde electo para el Municipio Libertador.
Aquel Aristóbulo era una figura contestataria. Periodísticamente era citado, entrevistado o referido. Tenía un buen verbo y en ambos casos, como diputado y como alcalde, tuvo logros. En materia legislativa el rol de La Causa R estuvo orientado a la investigación parlamentaria de la corrupción y a la promoción de una agenda social desde el Congreso. Desde la alcaldía, Istúriz pensó en la ciudad, en Caracas, y llevó adelante diversas iniciativas más allá de enfrentar los desafíos inherentes a la gestión municipal.
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