El eje de la política internacional está cambiando

Ante un Estados Unidos cada vez mas retraído de América Latina, el liderazgo de China en el plano comercial es incuestionable. Pero ¿será suficiente para penetrar la arena política? Alemania tiene un as bajo la manga que ya empezó a hacerlo jugar.

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Que el mundo del comercio internacional ha cambiado de eje es una realidad que ya tiene un importante consenso entre los analistas. Lo que aún no estaba tan claro era que el eje del mundo político también lo haría.

En las últimas semanas surgieron algunos hechos que confirman que el cambio de eje de la política internacional ya es un camino sin retorno, al menos, mientras siga Donald Trump al frente del gobierno de los Estados Unidos. El primer punto a resaltar es el tono empleado en los discursos de la primer gira presidencial del Presidente Donald Trump el pasado mes de mayo, que incluyó las cumbres del G-7 y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Italia y Bruselas, respectivamente. Si algo han podido confirmar los líderes de los países centrales, es que mientras Trump sea el Presidente de Estados Unidos, las comunicaciones con Washington serán muy difíciles. Esto no implicará darle la espalda. Pero sí poner en duda su condición como aliado estratégico.

El segundo hecho se dio el pasado 1 de junio, cuando el presidente Donald Trump anunció la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de Paris, acuerdo que implicó más de un año de negociación entre 195 países.

Previo a los hechos mencionados, lo que se veía era un Donald Trump hablando (y tuiteando) desde su “trinchera”, focalizado principalmente en temas domésticos. Pero poco se sabía qué tan lejos dejaría llegar su retorica a las relaciones internacionales. En sus primeros 100 días de gobierno no había salido una sola vez del país. Tras hacerlo, el mundo confirmó muchas cosas.

En otras palabras, todos estos hechos han demostrado que cuanto menos se hable con Trump todo parece tomar mejor camino. Bien podríamos decir que, para las economías centrales, la relación con el Washington de Trump estará marcada por una “diplomacia del silencio”. Angela Merkel parece haber entendido esta nueva lógica tras su reciente visita a América Latina. La “diplomacia del silencio” con Estados Unidos se basa en dejar que Trump siga tuiteando y gritando desde Washington, mientras el resto –en este caso Alemania– sigue tejiendo lazos para fortalecer las democracias de occidente.

 

La visita de Angela Merkel a América Latina

La reciente visita de la Canciller alemana a Argentina y México, dos países claves de América Latina, no es una casualidad. El tono de Merkel ya es otro. Parece haber comprendido que deberá ser ella –quizá con la compañía de Emmanuel Macron, nuevo presidente de Francia– quien deberá tomar las riendas de occidente para hacer de éste un “gran planeta otra vez”.

Existen diversas razones económicas y políticas por las que Merkel visitó Argentina y México. Por ejemplo, Argentina es uno de los principales socios comerciales de Alemania en América Latina (más de 200 empresas alemanas operan en el país). Por otra parte, el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE) intentan desde hace más de 15 años cerrar un acuerdo de libre comercio que se podría transformar en el acuerdo birregional más importante del mundo. Asimismo, Alemania se encuentra dentro de los 10 principales destinos de las exportaciones argentinas y entre los 4 principales mercados de origen de las importaciones. Por otra parte, el presidente Macri, quien lleva sus primeros 15 meses de gobierno, sigue buscando reinsertar a una Argentina que estaba aislada del mundo. Unido a esto, hay un elemento regional que no se debe perder de vista: Brasil continua sorteando una crisis política y Macri parece convencido en asumir el liderazgo del cono sur mientras Brasilia logre retomar su senda institucional (que no parece resolverse pronto ante el creciente numero de casos de corrupción del gobierno de Dilma Rousseff y ahora de Michel Temer).

Entre las estrategias que dejó relucir Macri, están la incorporación de Argentina a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el fortalecimiento de lazos con el G-20, grupo que conforman los países más industrializados y que Argentina presidirá el año que viene. Por otra parte, Macri no solo juega la carta de país industrializado sino también aquella de nación agropecuaria. El próximo mes de diciembre, Buenos Aires será sede de la undécima Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que tendrá como uno de los temas centrales las negociaciones agrícolas.

Por su parte, México, también necesita buscar en Alemania un aliado fuerte de occidente para cerrar el vacío que Estados Unidos parece dejar. Al mirar hacia México, Trump no desiste en sus diversas críticas y referencias al muro. Dejando de lado la posible renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy la relación entre ambos países no está en su mejor momento. Esto Merkel también lo sabe y no dudará en tomar ventaja para tener en México un aliado en América Latina.

 

El nuevo eje de la política internacional

Al volver a Alemania, Merkel se enfrenta ante una compleja agenda política. En septiembre deberá ganar las elecciones federales para seguir fortaleciendo su agenda nacional e internacional. Si bien la Canciller alemana aventaja por varios puntos al Partido Socialdemócrata (SPD) liderado por Martin Schulz (en cuanto a intención de voto de cara a las elecciones generales), aun quedan algunos meses por delante. De igual manera, y dado el frente abierto que sostiene el territorio europeo con posibles atentados terroristas, cualquier evento podría revertir la tendencia ganadora de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que Merkel encabeza.

Mientras tanto en Francia, al recién electo presidente Emmanuel Macron le quedan cinco años de gobierno por delante con un parlamento a su favor. Sin lugar a dudas, Macron puede ser un gran aliado de la agenda estabilizadora y pragmática de Merkel. En paralelo, en el Reino Unido, Theresa May acaba de recibir un duro golpe electoral perdiendo 12 asientos en el Parlamento, la mayoría si no busca algún acuerdo político inmediato. Todo esto añade incertidumbre al Brexit y realza indirectamente, un viento a favor de la agenda europeísta de Merkel.

Por último, China parece observar silenciosa pero activa el desplazamiento del eje de la política mundial. El pasado mes de mayo, China realizó de forma repentina el Foro Internacional sobre la Nueva Ruta de la Seda, una iniciativa comercial ambiciosa pero con inmenso significado económico. Según lo dicho por Xi Jinping durante el foro, la iniciativa busca construir carreteras, vías férreas, puertos, oleoductos, gasoductos y otras infraestructuras en más de 60 países de Asia, Europa y África. La finalidad del proyecto: promover el desarrollo común entre los países involucrados. Dicho proyecto lanzado en Pekin fija su horizonte en el año 2049, demostrando la visión de largo plazo que caracteriza a los proyectos chinos.

 

Las conclusiones que hoy podemos tomar

Ante los giros radicales que toma Trump, las conclusiones que hoy se pueden tomar son dos. Primero, China se seguirá consolidando, a una velocidad mayor, como el nuevo centro del comercio mundial. Pero difícilmente lo hará en la arena política en donde la cultura y forma de gobierno continúan representando un obstáculo para hablar fluidamente con las democracias occidentales. El liderazgo político era hasta hoy la única carta de crédito que tenía Estados Unidos, pero Trump parece convencido en tirar por la borda todo el terreno ganado en décadas. Es ante este escenario que aparece Alemania como un actor protagónico al que habrá que escuchar con mayor atención. Willkommen, neuer Anführer des Westens!

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