Es saludable que la gente quiera aprender lecciones de las experiencias ajenas. Pero es un error creer que cualquier cosa que le ocurre a los demás es una oportunidad para ello. El traspié electoral de Mauricio Macri en Argentina tiene muy pocas lecciones que el gobierno de Sebastián Piñera puede aprender para mejorar su propia gestión. Si bien el tropiezo electoral de un gobierno de derecha que llegó al poder con el mensaje de que arreglaría la economía del país puede tener algunas similitudes con el camino que recorrió Piñera para llegar a su segundo gobierno, hay diferencias.
Por cierto, la caída de Macri en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del 11 de agosto, por muy dolorosa e innegable que haya sido, no significa que Argentina ya tenga un presidente electo. Las elecciones no se ganan hasta que la gente emite su voto final. Es verdad que es muy difícil que el actual mandatario dé vuelta el resultado. La situación económica es especialmente compleja, la gente está muy molesta con las promesas incumplidas y la reacción inicial de Macri ante su derrota en las PASO fue especialmente desafortunada. En vez de reconocer errores y aceptar la voz de la gente, el Presidente se peleó con los electores que votaron mayoritariamente por candidatos de oposición. Si el desafío para ganar el 27 de octubre pasa por convencer a gente que votó por alternativas diferentes el 11 de agosto, la primera reacción de Macri —fustigando a los que no votaron por él— claramente hizo más daño que bien.
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