Si bien el llamado al diálogo que realizó el Presidente Sebastián Piñera es un paso en la dirección correcta, la forma en que se materializó refleja el error en el diseño de esta estrategia de gobierno. En los encuentros con los líderes de la oposición, el Mandatario estaba solo. Para poder materializar el diálogo, el gobierno necesita hablar con una sola voz —y, de preferencia, además tener un ministro articulador— para sacar adelante las negociaciones.
Es verdad que el Congreso está controlado por una mayoría de centroizquierda. Pero durante los años dorados de la democracia de los acuerdos, entre 1990 y 2006, los gobiernos de la Concertación nunca tuvieron mayoría en el Senado. La derecha, gracias a los senadores designados, logró imponer vetos y restringir el rango de reformas que podían introducir los gobernantes del momento. Sabia y hábilmente, los tres primeros lograron, de forma gradual y pragmática, correr los límites de lo posible. Para ello contaron con un equipo de negociadores capaces, razonables y efectivos.
Al llegar al poder en marzo de 2018, este gobierno dejó en claro que su inspiración sería el primer gobierno del periodo democrático. El Presidente repitió hasta el cansancio su admiración por la democracia de los acuerdos y por el ya fallecido mandatario Patricio Aylwin. De hecho, formó varias comisiones para construir acuerdos sobre reformas importantes en las políticas de infancia, desarrollo y pobreza. En los primeros meses de gobierno, muchos destacaban este intento por construir puentes y no pocos celebraban que la oposición se dividiera respecto a cómo responder ante la iniciativa del gobierno.
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