Cada sector político debe convivir con sus propios demonios. En Chile, el demonio de la derecha son las violaciones a los derechos humanos. Porque la derecha chilena apoyó a una dictadura que violó sistemáticamente los derechos humanos -y defendió a Pinochet hasta poco antes de su muerte-, ningún gobierno moderno de ese sector puede permitirse ser blando en su condena a dichos atropellos. Su decisión de aceptar la renuncia de Mauricio Rojas deja en claro que el Presidente Piñera entiende que no puede permitir que se instale la sospecha de que su gobierno no tiene un irrestricto compromiso con los derechos humanos. Es más, precisamente para demostrar ese compromiso, La Moneda ahora debería redoblar la apuesta y sacar al pizarrón a la izquierda por el tibio compromiso que ese sector ha demostrado con la defensa de los derechos humanos en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Todas las coaliciones políticas cargan con sus propios demonios. La izquierda también tiene los suyos. Los mandatarios de izquierda deben demostrar que gobiernan para todos el país. Nadie quiere repetir esa desafortunada frase de Allende de que él no era el presidente de todos los chilenos. La izquierda también debe pruebas de un manejo económico sólido. Después que, en su segundo gobierno, Bachelet se dio un gustito y nombró a un ministro -Alberto Arenas- que rápidamente echó por tierra la reputación de disciplina fiscal que lentamente había construido la izquierda a partir de Lagos, el próximo presidente de izquierda deberá abocarse a controlar el miedo al retorno de la retroexcavadora.
Los partidos no son los únicos que cargan con sus demonios. La Iglesia Católica debe ser especialmente cuidadosa en evitar nuevos escándalos de abuso. Los evangélicosdeben demostrar que no discriminan contra los homosexuales y lesbianas (y que respetan el derecho de las minorías sexuales a formar familias). Las universidadesprivadas deben demostrar que no lucran. Carabineros debe ser extremadamente cuidadoso en cómo maneja sus platas. Varias empresas deben ser especialmente transparentes para evitar sospechas de colusión.
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