Si bien la preocupación inmediata en el país es encontrar una forma para salir de la crisis y construir una nueva normalidad, también resulta importante anticipar el efecto que tendrán las movilizaciones en los resultados de las elecciones de 2020 y 2021. Porque toda borrachera —incluidas aquellas de intensa movilización social— siempre tiene resaca, los sectores que más negativamente afectados se verán son aquellos que se olvidan de que la gente quiere líderes que solucionen problemas y no solo que lideren marchas.
Una vez que esta ola de movilizaciones dé paso, como siempre ocurre, a la normalidad, recién empezaremos a asumir los costos políticos de este terremoto social. Los desórdenes y los saqueos confirmaron un patrón de conducta que puede ser entendido como la lógica de los piqueteros —usando el concepto argentino para las manifestaciones callejeras que interrumpen la libre circulación. Porque Carabineros —y también las Fuerzas Armadas— prefieren dejar que la gente se tome violentamente las calles y destruya propiedad pública y privada que arriesgar ser acusados por violar los derechos humanos, deberemos comenzar a acostumbrarnos a este tipo de movilizaciones violentas que atentan contra el derecho a la libre circulación.
En este nuevo escenario político, muchos actores —especialmente aquellos minoritarios— preferirán dar la pelea en la calle que en las elecciones. Eso los llevará a radicalizar todavía más sus posiciones, yendo en busca de aquellos que normalmente no votan porque prefieren salir a las calles a marchar y/o destruir la propiedad pública y privada.
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