La diputada del Partido Comunista Camila Vallejo logró poner en jaque al gobierno con su proyecto de ley que reduce la jornada laboral a 40 horas semanales. Si bien éste no introduce más flexibilidad, la lógica es poderosamente intuitiva, popular y, mejor aún para Vallejo, similar a una promesa que el propio Sebastián Piñera realizó en la campaña presidencial de 2005. Porque ya perdió la batalla comunicacional ante la diputada, parecería razonable que La Moneda minimizara las pérdidas y, a cambio de darle urgencia al proyecto, negociara introducir ciertos elementos de flexibilidad y también gradualidad a la reducción de la jornada laboral para así reducir el impacto negativo sobre el empleo formal en Chile.
Desde que irrumpió en la política nacional con el movimiento estudiantil de 2011, Camila Vallejo ha demostrado una especial habilidad para comunicar exitosamente sus mensajes. Su defensa de la gratuidad en la educación superior y su oposición al lucro, copago y selección en la educación básica y secundaria se convirtieron en banderas de campaña de Michelle Bachelet, la candidata de la Nueva Mayoría, coalición que, con el ingreso del Partido Comunista, sepultó a la Concertación en 2013. Junto a su compañera de partido Karol Cariola, Giorgio Jackson y otros líderes del movimiento estudiantil, Vallejo logró imponer los temas de la campaña presidencial de 2013. Probablemente no hay otro líder político más antagónico a Sebastián Piñera que le haya dado tantos dolores de cabeza al único presidente de derecha democráticamente electo en Chile desde el retorno de la democracia. A diferencia de Bachelet, que en general se ha mantenido al margen del juego político cuando Piñera ha estado en el poder, Camila Vallejo ha sido una constante piedra en el zapato para su administración.
Ahora, con su liderazgo en el proyecto de ley que reduce la jornada laboral de 45 a 40 horas, Vallejo también le ha ganado la partida comunicacional al Presidente. Su propuesta es mucho más simple y fácil de entender que la del gobierno. Mientras ella habla de 40 horas -igualando la norma en Chile a lo que existe en la mayoría de los países industrializados- el gobierno se ha entrampado con un planteamiento difícil de entender. De partida, eso de sugerir 180 horas al mes parece un sinsentido, toda vez que los meses tienen distinto número de días hábiles (por los fines de semana y los feriados, algunos obligatorios). Como si entendiera mucho mejor que los expertos en comunicación política de La Moneda que la simpleza es parte del mensaje, la propuesta de Vallejo dejó fuera de juego a la que tan entusiastamente defienden desde el gobierno el ministro del Trabajo Nicolás Monckeberg y el propio Presidente Piñera.
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