Mientras la izquierda más radical se siga obsesionando con lo que haga y diga el ex candidato presidencial de extrema derecha José Antonio Kast, el Presidente Sebastián Piñera podrá consolidar su posición como un líder derechista moderado y pragmático. Porque incomprensiblemente ha optado por convertir a Kast en una especie de reencarnación de Pinochet y de símbolo de todo lo que no les gusta de Chile, la extrema izquierda está concentrando sus dardos en combatir al carismático ultraconservador Kast en vez de forjar una alternativa viable y atractiva al gobierno de Chile Vamos.
La victoria de Piñera en diciembre de 2017 representó un duro golpe para la izquierda. Después de cuatro años de sufrir de síndrome fundacional, la izquierda se sorprendió al ver que una mayoría de los chilenos optaron por una alternativa moderada, amigable con el mercado y capitalista. Entre 2014 y 2018, el gobierno de Bachelet nunca quiso entender las razones por la que la gente votó por ella. En vez gobernar por el centro y con moderación —como su primera vez—, se dejó seducir por el canto de las sirenas izquierdistas fundacionales que le hicieron ganar récord de desaprobación presidencial.
En 2017, al formar el Frente Amplio, los radicales de izquierda renegaron de los 20 años de la Concertación e incluso del intento fundacional de la Nueva Mayoría. Se corrieron más a la izquierda. Aunque obtuvieron 20 diputados (de 155) y un senador (de 23 electos ese año), su votación demostró que el camino de la polarización hace noticia, pero no construye mayorías.
Ahora que la derecha ha llegado al poder, esa izquierda radical ha decidido polarizarse aún más. Pero como saben que la gente quiere políticos que forjen acuerdos y solucionen problemas, el sector necesita construir un enemigo que le permita justificar la polarización. El enemigo preferido de esa izquierda radical es José Antonio Kast.
Kast representa todo aquello que la extrema izquierda ama odiar. Es ultraconservador, es peleador, va de frente, simpatiza con la dictadura militar, es homofóbico, paternalista y, como si eso no fuera poco, es adinerado, rubio y descendiente de alemanes. Como la extrema izquierda gusta defender la diversidad, pero vive en sus propios ghettos progresistas, las críticas a Kast desnudan el racismo inverso que existe en el país. Esa misma izquierda que critica a la derecha por no querer que lleguen negros, quiere que los rubios como Kast se vayan del país. La izquierda promueve la diversidad sexual y religiosa, pero no acepta que haya familias que elijan ser ultraconservadoras y militantemente católicas.
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