El sistema presidencial bajo amenaza

La inmediatez de la crisis de la pandemia ha llevado al Gobierno y al Congreso a adoptar medidas radicales, aludiendo a la urgencia de minimizar el impacto social y económico.

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Aunque el conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo que presenciamos ya se venía desarrollando desde antes del estallido social de octubre, el rápido y profundo cambio en el balance entre esos dos poderes del Estado ha redibujado el mapa político nacional. Durante los 90, los politólogos definían a Chile como un caso de hiperpresidencialismo, presidencialismo exagerado o, los más amables, como un caso de presidencialismo fuerte con presidentes moderados. Los poderes y atribuciones del Ejecutivo superaban con creces a los del poder Legislativo. En el periodo de Aylwin, el 80,5% de las 441 leyes promulgadas tuvieron su origen en mensajes presidenciales. En el primer periodo de Bachelet, ese porcentaje bajó al 61,2% de las 338 leyes promulgadas. Después que el creciente poder del Congreso se consolidó con las reformas constitucionales de 2005, la balanza siguió cargándose a favor del Legislativo. Aunque el Presidente seguía siendo más fuerte, el sistema era cada vez menos hiper presidencial.

En su primer gobierno, el Presidente Piñera logró promulgar 156 de los 333 proyectos de ley que envió al Congreso (46,8%). En su segundo periodo, pese a tener una amplia mayoría en ambas cámaras, Bachelet promulgó 150 de los 245 proyectos de ley que envió (61%). El peso relativo de las mociones en las leyes promulgadas también aumentó, de forma tal que una de cada tres leyes que se promulgan hoy tienen su origen en mociones legislativas.

Con el aumento de las comisiones investigadores, acusaciones constitucionales, incapacidad del Ejecutivo de hacer cumplir las urgencias en la tramitación de las leyes y la actual polémica sobre la inconstitucionalidad de varios proyectos de ley que avanzan en el Congreso —y que el Ejecutivo no se atreve a frenar usando su facultad de involucrar al Tribunal Constitucional para que dirima— estamos viviendo un proceso de rápido cambio en el balance de poderes de facto entre el ejecutivo y el legislativo. Hoy, el cargo de Presidente de la República pesa bastante menos que hace dos décadas, especialmente en lo que respecta al proceso legislativo.

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