Resulta difícil de entender la conmoción producida al interior de Chile Vamos con la creación de un nuevo partido de derecha liderado por el exdiputado UDI y excandidato presidencial José Antonio Kast (JAK). Porque la derecha debiera estar a favor de la libre competencia, porque el sector ya ha visto aparecer nuevos partidos en el pasado —que por cierto han tenido desigual éxito— y porque, en teoría, Kast apela a un electorado conservador que ha sido dejado de lado por la evolución de los partidos de derecha hacia posiciones más moderadas, la aparición del Partido Republicano debiera sumar más que restar a la fortaleza y diversidad en la derecha chilena.
El movimiento liderado por José Antonio Kast ha tomado a muchos líderes de derecha y observadores del acontecer nacional por sorpresa. Pese a que desde 1988 que Chile ha tenido un electorado conservador duro y militante, y precisamente porque los partidos dominantes de derecha han buscado perfilarse como más moderados, no debería haber razón para tal sorpresa. Es simplemente una cuestión de demanda. El Partido Republicano viene a satisfacer una demanda que se generó cuando la UDI y RN emprendieron el camino para salir a conquistar el voto moderado que quedó huérfano con el fin de la Concertación.
Ahora bien, el Partido Republicano pronto aprenderá la misma lección que en su momento aprendieron, a golpe de varias derrotas electorales en contiendas presidenciales, RN y la UDI. Para ganar elecciones hay que apelar al voto mayoritario. Ser un partido de nicho permite existir y crecer hasta un cierto techo. Pero para aspirar a gobernar Chile se requiere de vocación de mayoría. Eso solo se logra apelando a votantes moderados.
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