Es comprensible que quienes anhelan ser candidatos a la presidencia estén pensando todo el tiempo cuál es la mejor forma de optimizar sus chances de llegar a materializar sus aspiraciones. Pero igual que un artista que tiene ansias de empezar pronto el show para demostrar sus talentos y medirse ante el exigente público, resulta inútil empezar la performance antes de que éste llegue. Porque la gran mayoría de los chilenos todavía no le está poniendo atención a la carrera presidencial, el retorno efectivo del arduo trabajo de posicionamiento que vienen haciendo muchos aspirantes es desgastantemente bajo.
En esta época de exceso de información y fragmentación de las audiencias, la multiplicidad de plataformas que existen para que la gente se informe hace doblemente difícil el desafío de posicionarse como candidato conocido y creíble. Por un lado, la gente tiene tantas opciones de entretenimiento e información al alcance de su mano que resulta difícil lograr que se preocupen de la próxima carrera presidencial 30 meses antes de que se realicen las elecciones. Eso hace que las audiencias, literalmente, todavía no hayan llegado a ocupar sus asientos en las graderías de la arena en la que se producirá la competencia por quién sucederá a Sebastián Piñera en la presidencia de la república.
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