Hace unas semanas, John Kerry, Enviado Especial del Presidente Biden para el Cambio Climático, mantuvo una llamada con el Presidente Duque, para tratar de la crisis climática. Este evento refleja dos desarrollos relevantes y propone una pregunta.
En primer lugar, tras los años de negacionismo climático de la administración Trump, el Presidente Biden se reincorporó rápidamente al Acuerdo de París, colocó la crisis climática en el centro de su agenda política y parece dispuesto a convertir el tema en prioritario para sus relaciones con Latinoamericana.
En segundo lugar, Colombia recibió de parte de Kerry el calificativo de líder en acción climática, cimentado en la ambiciosa revisión de su meta de reducción de emisiones en el marco del Acuerdo de París. En efecto, Colombia anunció en noviembre de 2020 que pretende reducir sus emisiones en un 51% en comparación con las emisiones previstas para 2030 y reducir las emisiones de carbono negro u hollín en un 40% en comparación con 2014. El nuevo objetivo es coherente con el Acuerdo de París y sitúa a Colombia en una senda más prometedora para lograr cero emisiones netas en 2050.
En un mundo de temperaturas en aumento, donde los fenómenos climáticos extremos se aceleran y los compromisos insuficientes para frenar las emisiones abundan, la tentación de etiquetar a algunos países como líderes climáticos es frecuente. Sin embargo, ¿basta con anunciar nuevos objetivos para ser considerado un líder? ¿Es Colombia un líder climático?
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