Conocí y trabé amistad con Félix Otamendi Osorio en lo que ya era el ocaso de su vida. Como a muchos, me entristeció saber de su muerte este 9 de junio de 2021. Tenía 80 años. Fue tal vez el hombre no público más público de la Venezuela bisagra entre los años finales del modelo democrático de 1958 y la primera década del chavismo en el poder, en el siglo XXI.
La definición de prohombre que le he dado a Félix le calza perfectamente: hombre ilustre que es respetado por sus cualidades y disfruta de especial consideración entre sus pares. Durante casi 30 años, Otamendi logró congregar, en un espacio de confianza, a líderes políticos, dirigencia empresarial, académicos e investigadores, todos convocados con el imperioso mandato de pensar al país y encontrar salidas a la crisis.
El grupo Jirahara, como se bautizó a aquel espacio, tuvo su primera reunión anual en 1988 y de forma ininterrumpida se realizó hasta 2016. Todo el contexto del país, con una hiperinflación galopante, la ausencia de vuelos aéreos, el acceso al combustible y la inseguridad en las vías terrestres, llevó a que el seminario 2017 fuese suspendido. Uno de los sueños de Félix de llegar a las 30 reuniones anuales no se cumplió y aquello lo llenó de pesar.
Conocí a Otamendi en 2013, gracias a la generosa introducción que hizo nuestro amigo en común Piero Trepiccione, del Centro Gumilla Barquisimeto. En los seis años siguientes, hasta fines de 2019, fui honorado por su amistad. Formé parte del equipo local de organización de los seminarios de Jirahara, junto a los dilectos Nelson Freitez, Miguel Nucete, Gustavo Machado y el propio Piero. En el tramo final se sumó Daniel Asuaje.
Atendí a diversas invitaciones en su casa, que era una suerte de lugar de encuentro y amistad. Félix se esmeraba, a veces pasaba varios días, haciendo los preparativos para ofrecer un desayuno o un almuerzo. En otras tantas veces sólo nos tomamos un café o un licor. Era una persona dada al compartir. Apasionado de la política, muy informado de la dinámica económica y atento a identificar las dinámicas sociales y culturales. En dos ocasiones me usó de intermediario, y aprovechó que les conocía para pedirme que le presentara a un artista plástico y para encontrarse con un joven líder político.
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