Guillier es un copy-paste de Bachelet

La idea de potenciar una candidatura ciudadana —“Alejandro Guillier, el Presidente de la Gente”— se inspira en el concepto de gobierno ciudadano que privilegió Bachelet al comienzo de su primera administración y que, basta recordar, debió abandonar cuando quedó en evidencia que no se puede hacer gobierno sin el apoyo y complicidad de los partidos políticos oficialistas. Si bien ella aprendió la lección a porrazos, él ha optado por el copy-paste de un diseño de campaña que resultó exitoso en 2005.

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Resulta decidor que el candidato de los partidos de izquierda de la Nueva Mayoría, el senador Alejandro Guillier, se vea involucrado en un escándalo por pagar asesorías legislativas truchas que consistían en informes íntegramente copiados de información públicamente disponible. El escándalo del copy-paste (que en realidad es plagio) también desnuda que parte de la razón por la que Guillier no ha podido despegar como candidato es que su estrategia de posicionamiento es también un copy-paste de la que exitosamente usó Michelle Bachelet en 2005.

Los detalles del escándalo resultan tan repetidos como sorprendentes. Guillier no es el primer legislador que cae en el juego de pagar a aliados políticos usando la triquiñuela de los informes legislativos.  Aunque no está claro por qué quería pagarle a un grupo de operadores políticos asociados con el grupo G-90 —que llegó al poder con Bachelet en 2014 y cayó con la salida de Rodrigo Peñailillo del gabinete—, parece especialmente preocupante que Guillier haya cometido ese desatino en 2016, cuando su nombre ya sonaba como presidenciable y cuando otros escándalos por corrupción debieron haberlo puesto en alerta. Es más, precisamente porque Guillier estuvo entre los críticos más acérrimos de esas malas prácticas, resulta incomprensible que él no haya tomado los resguardos necesarios para evitar pagar por estudios que eran vulgares plagios de información disponible en el propio sitio web del Congreso Nacional.

Las explicaciones que ha dado Guillier sobre la situación sólo agravan la falta. El senador ha dicho que no puede leer todo lo que ocurre en comisiones del Senado de las que él no es miembro. Eso es comprensible. Pero no explica por qué pagó por informes que sólo reproducen información públicamente disponible sin añadir valor agregado. También ha argumentado que él no puede verificar el origen de toda la información que recibe. Eso también parece razonable. Pero ahora que sabe que la información por la que pagó es un plagio, lo menos que debiera hacer una persona que se siente estafada es denunciar al plagiador y pedir que se reintegre el dinero. Guillier, en cambio, parece ponerse del lado del plagiador.

Más allá de la comprensible molestia que genera el pago de recursos públicos por informes plagiados, la relación de Guillier con el copy-paste invita a pensar en la estrategia de campaña que ha usado el senador. Después de alzarse como candidato producto de que su nombre comenzaba a aparecer en las encuestas, optó por un diseño de campaña que privilegiaba su independencia política. Aunque fue electo como senador en cupo Radical por la Nueva Mayoría y recibió financiamiento del PS, Guillier se presentó como un independiente, apoyado por los ciudadanos. Su decisión de recolectar firmas para validar su candidatura independiente buscó potenciar esa imagen de autonomía de los partidos políticos. Como es sabido, la estrategia no funcionó muy bien, en tanto Guillier terminó pidiéndole a los partidos que le reunieran las firmas que necesitaba.

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