Escribo el día después de las elecciones. Y escribo reiterando mi convicción de que debió acudirse a las votaciones. Lo ocurrido el 15 de octubre en Venezuela contribuyó a que el chavismo montara su estructura de fraude, a que insistiera en ello y dejara nuevamente en evidencia ante el país el su carácter fraudulento.
La abstención, en mi opinión, no contribuía a desnudar cabalmente al régimen. Votar, en las condiciones adversas en que tuvieron lugar estas votaciones, era también una expresión de civilidad. E insisto en ello, no veo otra salida en Venezuela. Sean con el actual liderazgo opositor o con otro liderazgo civil que emerja en la actual crisis. No compro la idea de que un militar “honesto” saldrá a poner las cosas en orden.
La respuesta del régimen, de desconocer la voluntad popular, era uno de los escenarios posibles. Ocurrió también con Pérez Jiménez a mitad del siglo pasado, que creyendo tener todos los resortes del poder convocó a unas elecciones que finalmente le ganó Jóvito Villalba. Aquel fraude, ya que Pérez Jiménez “volteó” los resultados, desnudó a la dictadura. Empero, pasaron años antes de que el liderazgo entendiera que debía actuar al unísono frente al régimen.
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