Después de la sonora victoria política que alcanzó el 1 de septiembre cuando organizó la protesta callejera más concurrida en Venezuela, al menos en la última década, la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) parece ahora perdida en el laberinto de sus diferencias y en la falta de una agenda de real presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro.
Y no es cualquier momento para perder el norte. En Venezuela se viven días decisivos para determinar si puede realizarse un referendo revocatorio este año que acelere la transición o si por el contrario el régimen de Maduro, en alianza con entidades sobre los que ejerce el control como el Consejo Electoral y el Tribunal Supremo, se mantiene en el poder.
Septiembre es decisivo para calibrar la capacidad que tenga la MUD de conducir la transición o si al contrario el chavismo, desde el poder será el que modele los cambios.
La MUD necesita que el referendo revocatorio se haga en 2016 para que la salida de Maduro en el referendo, por el voto popular, lleve de inmediato a unas nuevas elecciones presidenciales. Si por el contrario, el referendo se hace en 2017, a lo que apuntan sectores del chavismo y el mismo Consejo Electoral, es probable que Maduro sea castigado con el voto pero que el vicepresidente que él designe termine el mandato por un lapso de dos años 2017-2018.
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