La preocupación del oficialismo durante las últimas semanas del segundo cuatrienio de Michelle Bachelet ha estado en la construcción del legado. La Moneda parece no darse cuenta de que el legado de Bachelet se construyó durante cuatro años, día a día, con muchas decisiones equivocadas y algunos aciertos en el ejercicio del gobierno. No hay nada que ella pueda hacer ahora que logre ocultar el negativo legado en crecimiento, reforma tributaria y salud, el variopinto legado en educación y reformas políticas, y las contribuciones en ampliación de derechos sociales con la ley de unión civil para parejas del mismo sexo y el aborto en las tres causales.
Todo gobierno comprensiblemente busca proyectar su legado en el tiempo. Pero a diferencia de lo que hace la mayoría, el de Bachelet parece haberse acordado de la importancia del legado pocas semanas antes de que terminara el cuatrienio. Así, con un incomprensible —e inútil— frenesí, La Moneda se abocó desde fines de enero a construir el legado de Bachelet. Lamentablemente para el oficialismo, el escándalo provocado por la crisis de la Operación Huracán —con conflictos entre Carabineros y la Fiscalía, justicia denegada a las víctimas de ataques terroristas en La Araucanía, y violaciones de los derechos humanos y del debido proceso a los activistas indígenas acusados de los atentados— echó por tierra el intento por convertir a febrero en el mes del legado.
Pero, aún si no hubiera existido este escándalo, el intento por construir un legado el último mes del cuatrienio igualmente hubiera fracaso. Los legados se construyen día a día. No hay nada que se pueda hacer en el último mes que logre opacar lo que se hizo o dejó de hacer en los 47 meses anteriores de la administración.
Como todo gobierno, la segunda administración de Bachelet pasará a la historia con luces y sombras. Lamentablemente para la reputación histórica de la Nueva Mayoría —una coalición de gobierno que se inició con un rotundo éxito electoral, pero que terminó con aun mayor fracaso electoral y político—, la suma de éxitos y fracasos deja al segundo mandato de Bachelet al debe. Por segunda vez consecutiva ella deberá entregar la banda presidencial a un sucesor de derecha. Aunque, igual que en 2009, Bachelet no logró posicionar a un delfín propio como candidato presidencial de continuidad, esta vez la Presidenta se involucró más activamente en la campaña de segunda vuelta para evitar el retorno de la derecha al poder. Pero por más que el gobierno se puso al servicio del candidato oficial, Bachelet fracasó en el intento de mantener a la izquierda en el poder.
Respecto a su primer período, ella termina el segundo mandato con niveles de rechazo superiores a sus niveles de aprobación. La economía —que esta vez no enfrentó una crisis internacional similar a la de 2008-2009— creció menos que en su primer gobierno. Hubo menor creación de empleos y menos chilenos salieron de la pobreza.
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