El espectáculo que dieron los partidos de la oposición en la elección de la mesa directiva de la Cámara de Diputados hace un par de días confirma que el único punto de unión de esos partidos es su intento por obstaculizar la agenda del gobierno del Presidente Piñera. Porque no son capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para ejercer su mayoría en la Cámara, los partidos de centroizquierda y de izquierda solo pueden unirse cuando se pelean con su adversario común. Lamentablemente para ellos (y para el país, pero por razones diferentes), su incapacidad de concordar una agenda y una hoja de ruta conjunta los deja en mal pie para los procesos electorales que se vienen en Chile una vez que pase la emergencia del coronavirus.
Desde que se constituyeron en una coalición multipartidista para lograr la transición pacífica a la democracia, los partidos de centroizquierda e izquierda en Chile lograron una articulación admirable y una capacidad de avanzar de forma pragmática y moderada en una serie de reformas que lograron que Chile tuviera una transición bastante tranquila hacia la democracia y que el país viviera dos exitosas décadas de desarrollo económico, creciente inclusión social y consolidación democrática. Aunque ahora muchos exconcertacionistas reniegan de los 20 años dorados de los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet I respectivamente, resulta difícil encontrar un periodo más exitoso y de mayores avances en la historia de la república.
A partir de la derrota electoral de 2009, que consagró el retorno de la derecha democrática al poder, los partidos de la ex Concertación comenzaron a perder el rumbo y pusieron sus diferencias por delante de los grandes acuerdos que les permitieron ser la coalición política más exitosa en la historia de Chile. Como oposición a Piñera I (2010-2014), los partidos de la Concertación lograron encontrar en la figura de Bachelet —que retornaría como candidata en 2013— a un punto de unidad. Por razones distintas y con expectativas muy diferentes, desde el PDC hasta el PC (que ya se había sumado a la coalición en las elecciones municipales de 2008 a través de un pacto de omisión con los partidos que formalmente componían la Concertación) cerraron filas detrás de Bachelet.
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