Pese a todas las señales que indican que el futuro inmediato se viene más oscuro, el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet sigue comprometiéndose con promesas incumplibles. En vez de reconocer que pecó de demasiado optimista (mintió), el gobierno quiere seguir haciendo creer a los chilenos que la gratuidad en la educación superior llegó para quedarse. En vez de reconocer su error, el gobierno de Bachelet se comporta como esos mentirosos que, al ser descubiertos, intentan elaborar una historia aún más inverosímil para tratar de negar lo obvio.
Como candidata en 2013, Bachelet se comprometió a avanzar decididamente hacia la gratuidad universal y efectiva en la educación superior. En su programa de gobierno, Bachelet especificó que en su cuatrienio se llegaría al 70% de cobertura. En una redacción confusa, —que tal vez ya entonces quería esconder la imposibilidad de cumplir la promesa– Bachelet se comprometía con avanzar “gradualmente en la gratuidad universal y efectiva de la educación superior, en un proceso que tomará 6 años. Durante el próximo período de Gobierno, accederán a la gratuidad al menos los y las estudiantes pertenecientes al 70% más vulnerable de la población, abarcando extensamente a la clase media”.
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