Los últimos 80 meses no han sido fáciles en la vida Leopoldo López. Errores propios, decisiones de un régimen que en ese período se fue endureciendo, capacidad en decadencia de su proyecto político para generar una transición.
Todo se resume en esta imagen: seis años después de que se declarara “la salida”, quien ha salido ha sido el líder de Voluntad Popular mientras que Nicolás Maduro luce, para ser francos, atornillado en el poder.
Sólo en una ocasión pude tener un contacto personal con Leopoldo López. Fue en medio de la ola de protestas de 2007, si mal no recuerdo. La entonces dirigente estudiantil Manuela Bolívar me planteó, y todavía no entiendo bien el por qué, que compartiera tribuna con quien entonces era un exultante líder político, en un foro realizado en la Universidad Católica Andrés Bello.
Fui, como se suele decir en el argot artístico, el telonero de Leopoldo López. El aula magna de la UCAB estaba a reventar para oír y ver a López. En aquel foro fui una especie de aguafiestas. El sentimiento colectivo era salgamos a la calle masivamente y este gobierno se cae. Yo insistía y sigo insistiendo, en que el papel del liderazgo pasaba por construir capacidades organizativas, crear instancias locales, regionales, articular la lucha política con el tejido social vasto e histórico del país.
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