No hay nada que le haga más daño a un gobierno que los errores no forzados cometidos por altos líderes políticos. Las declaraciones hechas por el ministro de Justicia, Hernán Larraín, representan un grave daño para la credibilidad del Ejecutivo y constituyen una preciada oportunidad para que la oposición izquierdista más radical alimente el mito que la derecha chilena irrespeta las instituciones democráticas y quiere expandir su poder más allá del que legítimamente ganó en las urnas.
SI los períodos de gobierno fueran como un partido de fútbol, la mejor estrategia para ganar sería evitar los autogoles. Cuando el equipo contrario está confundido, desorganizado y no tiene juego, su única posibilidad de vencer es aprovechando los errores del rival. La declaración de Larraín equivale a un autogol. Es incomprensible que el ministro se excuse diciendo que creía estar en una reunión privada. En cualquier evento en que hay más de 10 personas presentes, nadie puede pensar que está en una reunión privada. Es más, dada la facilidad con que se pueden grabar conversaciones, los políticos debieran estar preparados para que todo lo que digan sea difundido por algún medio interesado en generar un golpe noticioso.
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