La democracia representativa nunca ha funcionado bien sin partidos políticos. La moda actual que lleva a muchos a creer que los independientes son moralmente superiores a los militantes de partidos es una receta para el fracaso y un caldo de cultivo para el populismo. Si los partidos se siguen debilitando en Chile, no debiéramos sorprendernos después cuando la democracia también termine debilitada. Ningún proceso constituyente—ni tampoco una nueva constitución—puede remplazar el crucial rol que tienen los partidos en democracia. El día que desaparezcan los partidos políticos, desaparecerá también la democracia en Chile.
En la campaña para la elección de los miembros de la convención constitucional el 11 de abril, la oferta de candidaturas amenaza con confundir todavía más a la población. Porque un exceso de candidaturas ahuyenta y confunde a los votantes, la calidad de la democracia no está positivamente relacionada con el número de candidaturas. Después de que el número de candidaturas alcanza un saludable óptimo, la presencia adicional de candidatos comienza a significar retornos negativos.
El exceso de candidaturas, especialmente las de independientes, presenta dos problemas evidentes. El primero tiene que ver con la confusión que produce la presencia de demasiados candidatos en la arena pública. Porque la gente tiene tiempo limitado y una capacidad de atención también limitada, mientras más candidaturas hay desplegadas, más se confunde la gente. Con las campañas pasa algo similar a lo que ocurre cuando la gente debe escoger un seguro de automóvil o quiere comprar un nuevo televisor. Siempre es bueno tener opciones. Pero cuando las opciones son demasiadas, la gente se confunde y al final les resulta más difícil escoger. Eso hace que mucha gente decida comprar el mismo seguro todos los años o renovar el televisor comprando otro de la misma marca. El exceso de opciones no siempre ayuda a que los mercados sean más competitivos.
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