América Latina debe tener el récord mundial de organizaciones e iniciativas de integración regional. Dependiendo de cómo se cuenten —y de si se incluyen iniciativas que todavía existen, pero que ya han caído en desuso— tiene más de estos organismos que países. Lo insólito de esta inflación de iniciativas de integración se explica porque siempre resulta más fácil —y genera más prensa— anunciar una nueva que hacer funcionar las que ya existen. La duplicidad de objetivos, tareas y funciones de los distintos proyectos genera costos innecesariamente altos para los erarios públicos y, lo que es peor, reduce el impacto que tienen las distintas instancias en el concierto internacional.
Pese a que el escenario geopolítico de América Latina ya tiene demasiados músicos y hay más confusión que armonía en lo que está escuchando el mundo, el Presidente Sebastián Piñera ha decidido apostar por la creación de Prosur. Como una mezcla que busca remplazar a Unasur, pero que se basa más bien en la Alianza del Pacífico (aunque sin México), Prosur se parece demasiado al Grupo de Lima (pero sin México, Centroamérica o Canadá). Si la explicación parece confusa, aquí hay un cuadro que mapea la membresía en las distintas instancias de integración regional en América Latina.
Pero el problema no es solo el exceso de instancias de integración regional en América Latina. Otro problema que tiene Chile es que, por el momento, hay pocos países medianos o grandes que están en condiciones de asumir un papel de liderazgo en esa integración. El nuevo gobierno mexicano está presidido por un líder nacionalista y populista que, de cumplir todas las promesas que ha hecho en sus madrugadoras conferencias de prensa que realiza cada día, logrará terminar con “esa pesadilla que fue la política neoliberal”, como declaró recién el domingo 17 de marzo. El Presidente Jair Bolsonaro en Brasil también ha hablado de más y, en los dos meses y medio que lleva en el poder, ha demostrado ser mejor haciendo declaraciones controversiales que adoptando reformas que hagan que Brasil despegue y recupere la senda del crecimiento. Además, incomprensiblemente, Bolsonaro ha preferido acercarse a las políticas y atributos más cuestionables del Presidente de Estados Unidos Donald Trump que los postulados y valores más positivos y conducentes al crecimiento y la inclusión social que existen en las democracias capitalistas del mundo.
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