Después de cuatro años de reformas bien intencionadas y mal implementadas que afectaron negativamente el desarrollo económico, Chile necesita de un líder con experiencia y visión que ponga el foco principal en el crecimiento. Sebastián Piñera está mejor capacitado para hacer que el gobierno deje de ser un obstáculo para la inversión, el desarrollo económico y la generación de empleo. Aunque desaprovechó una valiosa oportunidad para demostrar que aprendió lecciones y que no cometerá los mismos errores que en su primer gobierno, una comparación de fortalezas y debilidades de los dos candidatos y de las coaliciones que los acompañan induce a tomar la decisión de votar por Piñera. Porque, a mi juicio, Alejandro Guillier no tiene ni las capacidades para gobernar ni un plan para promover el crecimiento —condición necesaria para poder reducir la desigualdad—, mientras que el Presidente tiene un buen plan y las capacidades necesarias, mi voto el 17 de diciembre será para él.
En las elecciones presidenciales, la ciudadanía decide cuál va a ser la hoja de ruta para el país y el piloto encargado de avanzar en esa dirección en los próximos cuatro años. En primera vuelta, hay más opciones para elegir. Pero en segunda, la democracia inevitablemente deviene en una elección entre dos opciones subóptimas. Por eso, mucha gente se siente obligada a escoger el mal menor. Si bien esa caracterización es comprensible, también es injusta. Cada ciudadano tiene preferencias únicas respecto de una multiplicidad de asuntos. Como la democracia consiste en agregar preferencias, tener que escoger entre dos opciones siempre deja un cierto grado de insatisfacción. Pero que las dos opciones de segunda vuelta no se ajusten perfectamente al ideal de cada ciudadano no significa que sean malas.
La opción de abstenerse es comprensible cuando hay un candidato favorito para ganar o para aquellos que se sienten igualmente distantes de los dos postulantes. Pero parece difícil que haya personas a quienes les dé lo mismo si el próximo Presidente es Guillier o Piñera. De ahí que todo aquel que tiene un sueño de país debiera decidir si el camino de cada candidato se acerca más a ese sueño y votar en consecuencia.
Hay numerosas razones para no querer votar por Piñera. Su decisión de buscar un segundo período obstaculizó la renovación en la derecha. En vez de que la campaña se centrara en un debate sobre el futuro, su candidatura hizo que las críticas sobre los errores y omisiones de su gobierno opacaran las propuestas de su programa. Inevitablemente, su campaña ha tenido que dar explicaciones por los casos de corrupción y tráfico de influencias en su administración, el fallido Censo y otras polémicas. Además, Piñera ha caído en los mismos errores de su primer mandato. Su equipo no refleja la diversidad de Chile, ni siquiera la diversidad de la derecha. Los conflictos de interés están al acecho y su gobierno probablemente volverá a ser igual de elitista que la primera vez.
Para leer más, visite El Líbero.