Para ningún observador resulta sorpresivo que el ministro del Interior, Jorge Burgos, haya renunciado. La mala relación que siempre ha tenido Bachelet con sus ministros del Interior permite anticipar que el recién nombrado Mario Fernández seguirá por el mismo camino de desencuentros y descoordinaciones. Tal vez la única diferencia entre Jorge Burgos y Mario Fernández es que mientras el ministro saliente se caracterizaba por su flemática tranquilidad que rayaba en el aburrimiento y desgano, Fernández demostrará todavía menos energía. Felizmente, a diferencia de las altas expectativas que había cuando Burgos llegó a su cargo, nadie espera que Fernández rescate milagrosamente al gobierno de la Nueva Mayoría que ya aparece resignado a pasar a la historia como el de peor desempeño desde el retorno de la democracia.
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