Durante la tercera semana de septiembre estuve de visita nuevamente en Montevideo, a la capital uruguaya la visité por primera vez en 1993. En esta ocasión viajé invitado por la fundación alemana Konrad Adenauer para participar de un encuentro dedicado a analizar las interacciones entre el periodismo y el gobierno en países atravesados por la crisis. Se abordaron los casos de Brasil, Argentina y Venezuela.
Los dos trayectos entre el aeropuerto de Carrasco y el centro de la ciudad, tanto al llegar como al salir, los hice con taxistas de edad avanzada. En ambos casos se trataba de personas en los 70 años. No es un asunto inusual en un país “de viejos”. Sin embargo, lo significativo es que ambos tenían una perspectiva personal sobre Venezuela, alimentada por los años vividos. Ambos recordaban la solidaridad venezolana recibiendo a exiliados uruguayos tanto en los años 70 como al inicio de los 80.
Un caso emblemático que yo mismo apunté de aquellos años fue cómo el gobierno venezolano terminó rompiendo relaciones diplomáticas con la dictadura uruguaya en 1976 por el caso de la maestra Elena Quinteros. Ella, como muchos otros uruguayos, huyendo de la represión ingresó a la embajada venezolana. Pese a ser acogida, los efectivos militares ingresaron y se la llevaron a la fuerza. El gobierno de entonces, de Carlos Andrés Pérez, dio una lección de dignidad y denunció internacionalmente este hecho.
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