En el acalorado y caricaturizado debate sobre el rápido crecimiento de la población inmigrante en Chile, algunos defensores de la política de puertas abiertas parecen olvidar que no tenemos capacidad ilimitada para recibir extranjeros. Por más que queramos ir contra la corriente mundial que pone obstáculos a la llegada de inmigrantes de países que atraviesan por guerras civiles o crisis humanitarias, el tamaño de Chile simplemente no da para recibir a todos los que quisieran venir. Como hay más postulantes que cupos, parece razonable establecer criterios objetivos y transparentes que regulen esa discriminación que inevitablemente deberemos hacer.
El aumento en el flujo migratorio hacia Chile se explica tanto por lo que hemos hecho bien en el país, como por los problemas en los países de origen de los inmigrantes. Desde el retorno de la democracia, la pobreza se ha reducido sustancialmente en Chile y las oportunidades se han expandido de una forma que no tiene precedente en la historia nacional. Aunque muchos destacan nuestros altos niveles de desigualdad, cuando nos comparamos con América Latina, Chile es una luz en el camino.
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