En el primer debate televisivo de la campaña presidencial de 2017, la única gran sorpresa fue que el candidato que va en segundo lugar, el senador Alejandro Guillier, no demostró interés en interpelar al ex Presidente Sebastián Piñera, que ahora lidera las encuestas. Si bien el resto de los candidatos, liderados por Marco Enríquez-Ominami, aprovecharon su tiempo para buscar interpelar a quienes encabezan los sondeos, Guillier desaprovechó la oportunidad de demostrar que está en condiciones de debatir frente a frente y en igualdad de condiciones con el único de los postulantes que parece tener un lugar asegurado en la segunda vuelta.
En el encuentro organizado por la ANP, los ocho candidatos presidenciales se enfrentaron en un singular formato en que las interacciones eran entre cuatro periodistas —todos hombres— y ellos. Si bien podían voluntariamente interpelar a alguno de sus rivales en sus respuestas, no había obligación de que los candidatos debatieran respecto de sus posturas y propuestas sobre distintos temas.
Como la interpelación a sus rivales era opcional, era lógico que Sebastián Piñera, que lidera con comodidad las encuestas de intención de voto, optara por no recurrir a ella. Él no necesita darles tribuna a sus contendores ni quiere reconocer a ninguno de ellos como un rival de peso. Experimentado en contiendas electorales —esta es su tercera candidatura presidencial—, Piñera no se desvió de su estrategia y se concentró en su mensaje de cambio moderado, de foco en el crecimiento y de una derecha moderna y respetuosa de los derechos humanos. Es más, en las interpelaciones que le hizo José Antonio Kast, el único otro candidato del sector, Piñera aprovechó de marcar distancia con la derecha más dura, o cavernaria, como diría Mario Vargas Llosa. Pero cuando Marco Enríquez-Ominami lo presionó para que pidiera la renuncia de la candidata UDI a diputada que aseveró que Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana se quemaron solos en ese tristemente recordado incidente de violaciones a los derechos humanos de 1986, Piñera evitó alejarse demasiado de las posturas que hacen apología de la dictadura militar, y que mantienen muchos de los líderes y simpatizantes de su coalición.
El ex Presidente fue el candidato más interpelado por sus rivales, empezando por Marco Enriquez-Ominami. Pero lo que más sorprendió es que ni Alejandro Guillier ni Beatriz Sánchez, que hoy aparecen como los candidatos con más posibilidades de pasar a segunda vuelta, buscaron interpelar directamente a Piñera. Ambos prefirieron concentrarse en sus mensajes y evitaron polemizar con el hombre al que aspiran enfrentar en segunda vuelta. Si bien es cierto que la audiencia en general rechaza las peleas entre políticos, los debates necesitan tener tensión para que la gente les ponga atención.
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