Nombrar a familiares en cargos de confianza

La esposa del César no sólo debe serlo, sino también parecerlo. Al nombrar a su hermano como embajador en Argentina, el Presidente Piñera se expone a críticas sobre las formas y el fondo de lo que significa liderar un gobierno que aspira a la meritocracia y a la probidad. Además, también permite que sus adversarios lo critiquen por la inconsecuencia de haber condenado —correctamente, siendo candidato presidencial— el nepotismo y amiguismo que existieron en el gobierno anterior.

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La decisión de Sebastián Piñera de nombrar a su hermano Pablo como embajador en Argentina refleja incapacidad para darse cuenta de que, en su condición de Presidente de la República, debe ir más allá de lo que es estrictamente legal. Porque su comportamiento sienta precedente y se convierte en ejemplo para todas las autoridades de su gobierno que tienen poder discrecional para nombrar cargos de confianza, el Presidente debiera entender que, al nombrar a su hermano como embajador, está dejando una barra demasiado baja para una administración que prometió terminar con las malas prácticas que le hicieron tanto daño a la anterior.

Como se ha repetido hasta el cansancio, el Presidente de la República tiene la potestad de nombrar a los embajadores a voluntad, quienes no necesitan ser personas con experiencia diplomática ni tener credenciales o atributos especiales. Basta con que cuenten con la confianza del Presidente. De hecho, en gobiernos anteriores los Mandatarios usaron esta potestad nombrando a embajadores que poseían pocas credenciales, nula experiencia y que, en algunos casos, demostraron su incapacidad para el cargo haciendo declaraciones o cometiendo actos que los obligaron a renunciar o que motivaron peticiones de renuncia. El propio Piñera ya experimentó esa incómoda sensación en su gobierno anterior, cuando su primer embajador en Argentina hizo declaraciones inoportunas y destempladas que lo obligaron a dejar el cargo.

Por eso que los argumentos que se han esgrimido destacando la trayectoria política y funcionaria de Pablo Piñera resultan extemporáneos. El nombramiento de un embajador no requiere que esa persona tenga un currículum notable o una trayectoria destacada. El único requisito es tener la confianza del Presidente. No cabe duda de que Pablo Piñera tiene esa confianza y, por lo tanto, reúne los requisitos necesarios para ser nombrado embajador.

El Presidente debiera entender que, al nombrar a su hermano como embajador, está dejando una barra demasiado baja para una administración que prometió terminar con las malas prácticas que le hicieron tanto daño a la anterior”.

Pero él es también el hermano del Presidente. Su nombramiento constituye un acto de nepotismo —no porque no tenga los atributos requeridos para el cargo (que no se necesitan)— porque Pablo Piñera es hermano de Sebastián Piñera. Cuando los Presidentes nombran a familiares directos en cargos de confianza, inevitablemente alimentan las sospechas de que sus decisiones están influenciadas por cuestiones distintas a las “razones de Estado” que, presumiblemente, debieran estar detrás de esas decisiones.

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