Nuestro hombre en La Habana

Que La Habana haya sido lugar para las más disimiles conversaciones y encuentros, eso resulta indudable incluso antes del advenimiento de la Revolución Cubana en 1959. Antes de la era Castro fue lugar de mafias, trapos sucios del poder y espías tal como lo contó magistralmente Graham Greene.

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La llegada de Fidel Castro, mitificada por el discurso antiimperialista de los 60 y 70 sencillamente convirtió a la capital cubana en icono de la izquierda mundial. La pléyade de visitantes fue notable.
 
Astutamente el castrismo por un lado construyó un sólido aparato para las relaciones exteriores, a dos bandas, una de ellas netamente profesional, y la otra claramente ideológica. Jugó Cuba de esa manera en diversos tableros, La Habana fue espacio para diversos diálogos de paz y negociaciones, Fidel Castro de manera conveniente dio y quitó apoyos a regímenes de derecha e incluso dictaduras militares.
 
Los que dicen defender con firmeza una ideología, en verdad han demostrado con el paso del tiempo una enorme flexibilidad y adaptación. Se trata de una cúpula que se reinventa con tal de no perder el poder.
 
Así las cosas, resulta cuando menos llamativo que el hombre del poder de Venezuela, Diosdado Cabello, haya visitado Cuba.
 
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